Bullumba Landestoy: la música por dentro y por fuera (2 de 3)

Fluye esta conversación con el maestro, a modo de escarceo, sobre el vasto recuerdo de una vida y de una obra. Más que nunca, resplandece ahora la dimensión artística de Bullumba, magna y solitaria, incitando claridades en el oscuro suelo baldío&#823

Fluye esta conversación con el maestro, a modo de escarceo, sobre el vasto recuerdo de una vida y de una obra. Más que nunca, resplandece ahora la dimensión artística de Bullumba, magna y solitaria, incitando claridades en el oscuro suelo baldío de la música dominicana.

Tu música popular, los boleros, las canciones amorosas, ligeras, persisten hasta el momento en que sales hacia Puerto Rico. A partir de ahí se aleja para siempre la musa del erotismo e imaginemos que surge una inspiración excelsa, más elevada. Desde tu llegada a la isla vecina comienzas a escribir esas melodías que han interpretado tantos grandes pianistas.

l Mi música la grabó recientemente un gran pianista norteamericano llamado Martin Soderberg. También un pianista chino, Alex Pu, me dicen que la grabó y yo no lo sabía. Te digo que sí y fue una cosa rara, porque yo trataba en la época de los boleros, fíjate bien, de componer algo para piano pero no sabía por dónde empezar, porque eso no se enseña. ¿Por dónde yo empezaba a hacer una obra de piano? Me rompía la cabeza y me fluían muchísimos boleros e ideas. Pero un día, oye bien las cosas de la vida, yo siempre me quedaba en la Voz Dominicana practicando el piano y no paraba en mi casa donde no tenía ningún instrumento. Un día, eso es histórico, yo tenía como 21 años, se me ocurrió la ‘Danza Loca’. Esa obra salió en una forma igual que ‘El Vals de Santo Domingo’; cuando ya tenía esa obra yo digo “¿y qué es esto?”.
l Conozco bien tu ‘Danza Loca”, una melodía de hermosura alborotada, traviesa…
l ¿Tú recuerdas aquel pianista panameño que había aquí, Avelino Muñoz, organista también? Él murió en Puerto Rico. Fíjate lo que son las coincidencias de la vida. Avelino Muñoz se encontraba frente a mí en una oficina, en la Voz Dominicana, donde yo compuse la ‘Danza Loca’. Cuando me di cuenta de lo que había hecho, porque la ‘Danza Loca’ es una obra que yo no estaba supuesto a componer, fue una cosa que… En esa época, yo lo que hacía eran cancioncitas románticas, tú te acuerdas. Y tuvieron éxito porque las cantaban Casandra, Lope Balaguer, Fernando Fernández.
l Y Toña la Negra y Evangelina Elizondo y Vicentico Valdez; todo el mundo las cantó.
l Exactamente, y la mujer de Fernando, Lupita Palomera. ¿De dónde entonces salió la ‘Danza Loca’?, porque yo no tenía ni las nociones armónicas; esa armonía de la ‘Danza Loca’ es una armonía y el ritmo… Cuando Avelino la oyó se puso nervioso y me dijo “no te pares de ahí”. Él era taquígrafo musical. Me puso a tocarla.
l Al mismo tiempo que él la escribía…l Que yo no la podía escribir porque era difícil. Yo estudiaba el tercer año de Czerny e imagínate tú, la ‘Danza Loca’ es una obra que la han escogido pianistas para cerrar conciertos. Bueno, el caso es que salió la ‘Danza Loca’, y a partir de ahí como que se me abrió una válvula en el cerebro que me permitió componer música de piano. Después de eso yo escribí una obra, que está en el álbum que te di, el ‘Vals de las Ninfas’, que es otra pieza que si te pones a analizarla… El concepto de esa obra es cercano a lo que se hacía a fines del siglo 18 en Austria. Compuse después el ‘Estudio en Salve’; obras que, como sabes, ya están escritas.
l Sí, las conozco. Y ahora veo de manera más clara el panorama. Te inicias con la música ligera, feliz, la música del amor que enaltece la belleza de la mujer. Y luego maduras, con lo cual discurres hacia zonas musicales más complejas, más intensas; sin dejar de lado a la mujer, por supuesto, con todo cuanto implica. En pocas palabras, abandonas el mundanal ruido y remontas, casi en una ‘ascesis’, hasta palpar el aliento íntimo de la música. Así, al dejar atrás las incidencias terrenales, logras un dominio artístico grandioso que te permite escribir, por ejemplo, la canción llamada ‘Romántica’. Una realización tan admirable que, claro, me evocó en tu discurso musical ciertas claves de Rachmaninoff y del Romanticismo ruso. Esas soluciones abiertas y libres, aquellas curvaturas melódicas tan radiantes de libertad y de naturaleza que se hacen patentes en los románticos rusos.
l Tú notaste eso en la primera canción del disco, del CD…
l Ya conocía la canción, pero al oírla con cuidado noté esos trazos y esas usanzas, y fue una impresión que no se borró. Por supuesto, el CD contiene algunas melodías más ligadas a la realidad nuestra, acaso más nacionales. Aunque en todas sobrevive una esencia, una grandiosidad y una perspectiva estética sutil, extremadamente libre y emancipada, con dignidad tal que cierra espacios a lo trivial. En tus melodías para piano causan sorpresa los amplios movimientos cromáticos, los despliegues armónicos sobrios y perspicaces. Todo lo cual me hizo pensar, desde la primera melodía conocida, que de algún modo (no sé si consciente o inconscientemente) tú tenías en la cabeza, acaso también en el corazón, el hechizo, el sortilegio de los románticos rusos.
l ¿Tú sabes en cuál se nota eso? En la ‘Fantasía en la empalizá’. Sí, ahí yo tuve alguna influencia, me vinieron ciertas cosas que no lo tomé en cuenta allí.
l Bueno, insensiblemente…
l Pero vino, y yo lo puse. También en ‘El Vals de Santo Domingo’ hubo algo que me atrajo, alguna reminiscencia.
l Es obvia tu devoción por el Romanticismo ruso: Tchaikovsky, Rachmaninoff.
l La música rusa que amo más es la de Rachmaninoff.
l Él fue un gran pianista. Recuerda que su familia, dueña de una posición económica holgada, salió de Rusia después de la Revolución y se refugió en Estados Unidos. Allí vivió Rachmaninoff una crisis emocional muy compleja. Su primer concierto para piano y orquesta fue poco menos que un fracaso.
l Y tremendo pianista que era.
l Después de esa frustración inicial, estuvo en manos de psiquiatras, quienes le decían: “no, no, insista, insista, insista”. Y su segundo concierto pasó a la historia como una de las grandes hazañas de la inspiración musical; una obra cuya perfección parecería insuperable.
l El concierto número dos para mí es una cosa fuera de tiempo. Tú analizas los conciertos de los otros y no es igual. ¡Qué belleza! Y la orquestación, porque era un orquestador formidable.
l Rachmaninoff hizo además algo originalísimo, casi mágico. Se trata de una rapsodia para piano sobre una idea de Paganini. Una obra extrañamente bella. Pero el romanticismo, y tú lo sabes bien, era plenamente eso: un intento de descifrar la vida, no a través de los pensamientos sino de las emociones, de los sentidos; y, por otro lado, constituía un trayecto para regresar a la naturaleza, a sus atributos, a sus raíces. Siempre he creído que tú, Bullumba, en la plena dimensión de tu obra y de tu vida has sido un romántico esencial.
l Sí, yo soy un romántico, indiscutiblemente. El romanticismo me cautivó siempre.
l ¿Te gustó Schubert alguna vez?
l No mucho, porque Schubert tenía bastante de clásico, si tú lo analizas, pero sí era un gran compositor.
l El hizo canciones (‘lieder’) admirables. Schumann me emociona igual. Es uno de los grandes artistas de la historia.
l Yo a Schumann lo admiro porque es un genio, pero no tengo el entusiasmo que tengo por ejemplo por Rachmaninoff, por Tchaikovsky.
l Claro, y pienso que tienes razón. Tal vez sea que el espíritu ruso de esos años estuvo más cerca del alma de nuestros tristes pueblos. Recuerda que Rusia era entonces una enorme nación de campesinos regida por el Zar y su minúsculo séquito afrancesado, quienes no asumían vinculación ni interés alguno por la vida y el destino de aquel pueblo llano; de esa inmensa humanidad ligada a la tierra y enlazada emocionalmente con su ambiente. Pienso que en toda la música y la literatura rusa se percibe esa noción fragante de espacio abierto, de grandiosa sencillez; simplicidad que muchas veces ha de trocarse en barbarie. Así, cada vez que alguien pulsa la vida desde ese registro afectivo percibo, en cierto modo, una cercanía con el precepto romántico de los rusos. Por cierto, ¿nunca pensaste en hacer una obra larga para orquesta, por ejemplo, un concierto para piano y orquesta?
l No, no me interesó nunca. Solamente me interesó la música de piano.
l Sí, pero bueno, algunas sonatas…
l No, tampoco me llamaron. Yo me llevaba de las inspiraciones que me venían.
l Temas cortos, ‘scherzi’ y cosas por el estilo…
l Sí, ¿y tú sabes muchas veces lo que ha contribuido a que se toque mi música?, que casi siempre los pianistas quieren simplificar, no quieren complicarse la vida con obras muy largas.
l Aunque a veces habrá que hacer un ‘tour de force’, algo excepcional.
l Sí, pero no quise. No me llamó la atención. Yo compuse la ‘Fantasía en la Empalizá’ y estaba planeando hacer el “Pichao”, hacer una “Fantasía al Pichao.
l Me imagino que te refieres al ‘jarro picha’o’…

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas