Luchas y poderes

En la política como en la guerra, los daños mayores suelen esperarse del litoral de los enemigos, pero no siempre ocurre así. En algunas circunstancias estos ni siquiera parecen constituir una amenaza y suele cometerse el error de no considerarlos&#823

En la política como en la guerra, los daños mayores suelen esperarse del litoral de los enemigos, pero no siempre ocurre así. En algunas circunstancias estos ni siquiera parecen constituir una amenaza y suele cometerse el error de no considerarlos como tales. Son los casos en que ocurre la subestimación.

Pero los daños no siempre vienen del bando enemigo. A veces, los mayores se producen entre los miembros de una misma familia política. Se da cuando precisamente no se advierten las amenazas externas y las luchas se desatan internamente. Ese fenómeno se acentúa sobre todo cuando hay que dividir bienes o cuotas de poder. Las ambiciones desmedidas complican la administración de cualquier diferencia y la misma puede evolucionar como crisis.
Los partidos son víctimas de este tipo de situaciones, que no son exclusivas de quienes tienen mucho. También afectan a quienes todavía sólo alcanzan a ver oportunidades. Las expectativas pueden llevar a conflictos de intensidad similar a la provocada entre quienes tienen el pastel servido.

Pareciera que estamos en procesos en los cuales los principales factores de fracaso se estarían desarrollando al interior de los partidos y que en cualquier caso las amenazas externas son lo menos importantes. Unos por querer amasar más, hasta el hartazgo, y los otros porque no terminan de ponerse de acuerdo para saber cómo habrá de repartirse lo que no terminan de conseguir.

¿Acaso esa caracterización es nueva en la vida dominicana? Probablemente no, pero no se había observado como ahora, cuando la capacidad de autodestrucción de los actores políticos está llegando al límite. Unos a riesgo de debilitarse para siempre, incapaces de hermanar voluntades para construir propuestas creíbles y los otros, expuestos a perder los instrumentos de control y poder, a consecuencia de sus propias pifias y ambiciones.

Quizás estas actuaciones simplemente reflejen el preludio de un proceso definitorio en la lucha inevitable por la renovación de los poderes a que está abocada la República Dominicana en el 2016.

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