Bienaventuranzas de políticos

IntroducciónHoy quiero presentarles un texto que escribió el Siervo de Dios Cardenal Francisco Javier Van Thuan que fue un obispo vietnamita que pasó trece años en una prisión, en las condiciones más infrahumanas,…

Introducción

Hoy quiero presentarles un texto que escribió el Siervo de Dios Cardenal Francisco Javier Van Thuan que fue un obispo vietnamita que pasó trece años en una prisión, en las condiciones más infrahumanas, durante el régimen comunista de Vietnam.

Luego, liberado, el Papa Juan Pablo II lo llevó a Roma y lo designó Presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz. Este obispo, en esa tarea tratando con los poderosos del mundo, llevando la pastoral de la Iglesia respecto del mundo que hay que llevar hacia la justicia y la paz, elaboró unas Bienaventuranzas del Político fundándose en las Bienaventuranzas del Evangelio.

Podríamos recordar que las Bienaventuranzas son los caminos de la felicidad. Podríamos decir que estas son las reglas de la felicidad del político que es aquello que para el político constituye su bien propio. O sea, aquello que si lo practica o si lo vive lo hará feliz pero con la felicidad de Dios, con la felicidad del Cielo.

Toda bienaventuranza tiene un mérito, algo que hay que vivir o cumplir y tiene un premio que es precisamente alcanzar la corona que Dios tiene destinada a los buenos servidores.

Las propuestas de bienaventuranzas del Car. Van Thuan fueron vueltas a presentar por el Card. Renato Martino, Presidente del Consejo Justicia y Paz, en discurso tenido el 8 de octubre 2007. Ha pasado el tiempo, pero considero que las mismas conservan su fuerza y validez.

He aquí el texto aludido

1. Bienaventurado el político que tiene

un elevado conocimiento y una profunda conciencia de su papel.
El Concilio Vaticano II definió la política «arte noble y difícil» (Gaudium et spes, 73). A más de treinta años de distancia y en pleno fenómeno de globalización, tal afirmación encuentra confirmación al considerar que, a la debilidad y a la fragilidad de los mecanismos económicos de dimensiones planetarias se puede responder sólo con la fuerza de la política, esto es, con una arquitectura política global que sea fuerte y esté fundada en valores globalmente compartidos.

2. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad.

En nuestros días, los escándalos en el mundo de la política, ligadas sobre todo al elevado coste de las elecciones, se multiplican haciendo perder credibilidad a sus protagonistas. Para volcar esta situación, es necesaria una respuesta fuerte, una respuesta que implique reforma y purificación a fin de rehabilitar la figura del político.
3. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.

Para vivir esta bienaventuranza, que el político mire su conciencia y se pregunte: ¿estoy trabajando para el pueblo o para mí? ¿Estoy trabajando por la patria, por la cultura? ¿Estoy trabajando para honrar la moralidad? ¿Estoy trabajando por la humanidad?

4. Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente.

Con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en política; con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones; con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales.

5. Bienaventurado el político que realiza la unidad y, haciendo a Jesús punto de apoyo de aquélla, la defiende.

Ello, porque la división es autodestrucción. Se dice en Francia: «los católicos franceses jamás se han puesto en pie a la vez, más que en el momento del Evangelio». ¡Me parece que este refrán se puede aplicar también a los católicos de otros países!

6. Bienaventurado el político que está comprometido en la realización de un cambio radical.

Y lo hace luchando contra la perversión intelectual; lo hace sin llamar bueno a lo que es malo; no relega la religión a lo privado; establece las prioridades de sus elecciones basándose en su fe; tiene una charta magna: el Evangelio.

7. Bienaventurado el político que sabe escuchar, que sabe escuchar al pueblo, antes, durante y después de las elecciones;
que sabe escuchar la propia conciencia;
que sabe escuchar a Dios en la oración.
Su actividad brindará certeza, seguridad y eficacia.

8. Bienaventurado el político que no tiene miedo.

Que no tiene miedo, ante todo, de la verdad: «¡la verdad –dice Juan Pablo II- no necesita de votos!».

Es de sí mismo, más bien, de quien deberá tener miedo. El vigésimo presidente de los Estados Unidos, James Garfield, solía decir: «Garfield tiene miedo de Garfield».

Que no tema, el político, los medios de comunicación. ¡En el momento del juicio él tendrá que responder a Dios, no a los medios!

II. Acotaciones de monseñor Héctor Aguer

Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de la Plata, retomó a su vez dicho texto, con algunas acotaciones o reflexiones el 20 de octubre de 2007. Me parece interesante reproducirlas aquí. Dice así:

Bienaventurado el dirigente político que entiende su papel en el mundo.
Parece una definición general pero señala él para qué está y cuál es su función. Es decir, que es un servidor de sus hermanos, de su país, de su pueblo.

Bienaventurado el dirigente político que ejemplifica personalmente la
credibilidad.

No la reclama sino que con su ejemplo se hace ejemplar.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el bien común y no por intereses personales.

Bienaventurado el dirigente político que es sincero consigo mismo, con su fe y con sus promesas electorales.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por la unidad y hace de Jesús el apoyo de su defensa.

Aquí hay una nota típicamente cristiana, típicamente evangélica. El Cardenal Van Thuan se estaba refiriendo sobre todo a los políticos que se consideran cristianos o a los cristianos que se introducen en la arena política.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el cambio profundo, desde las raíces, se niega llamar bueno lo que es malo y utiliza el Evangelio como guía.

Aquí hay una referencia a la moral natural: el bien es bien, el mal es mal. No se mezclan estas cosas y luego a lo propiamente cristiano: que un político tome el Evangelio como guía ¿ustedes se imaginan lo que sería eso? ¿Qué mundo diferente sería el nuestro?

Bienaventurado el dirigente político que escucha al pueblo antes, durante y después de la elecciones y que siempre escucha a Dios en la oración.

Sobre todo resaltaría lo de escuchar al pueblo después de las elecciones.
Antes ciertamente para interpretarlo pero después para recibir sin irritación las observaciones, las críticas, los aportes de aquellos que son los votantes y que son también los representados. Y que bello ser el que escucha a Dios en la oración. Un político, un hombre de gobierno que ora, que tiene su corazón abierto a Dios. Que distinto le resultarían todas las cosas. De qué manera diversa enfocaría su tarea cotidiana.

Y finalmente

Bienaventurado el dirigente político que no tiene miedo de la verdad ni de los medios de comunicación, porque en el momento del juicio responderá sólo ante Dios, no ante los medios de comunicación.

Tampoco en el momento del juicio valdrán los aplausos recibidos en la Tierra. Sólo si nos aplaude Dios seremos bienaventurados.

¿Qué les parece todo esto? Creo que esta lista de bienaventuranzas es una actualización magnífica de la doctrina del Evangelio para el cristiano que se dedica a la política o para el político que se considera a sí mismo o que se llama a sí mismo cristiano.

Conclusión

CERTIFICO que los textos recogidos en mi trabajo BIENAVENTURANZAS DE UN POLÍTICO los tomé a mi vez de ZENIT.org,, 17 octubre 2007 de NOTIVIDA, Año VII, No. 476, 20 de octubre de 2007.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los ocho (08) días del mes de octubre del Año del Señor dos mil quince (2015).

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