El ideal antillanista, precursor de la integración necesaria y posible de Centroamérica y el Caribe

(A propósito del artículo “Integración del Caribe insular, ¿mito o realidad?”, de la Dra. Mu-Kien Adriana Sang, publicado en este diario, el sábado 3 de octubre de 2015.) Largo y sinuoso ha sido el camino de la Confederación Antillana…

(A propósito del artículo “Integración del Caribe insular, ¿mito o realidad?”, de la Dra. Mu-Kien Adriana Sang, publicado en este diario, el sábado 3 de octubre de 2015.)

Largo y sinuoso ha sido el camino de la Confederación Antillana y la creación con ella de un punto de equilibrio entre los dos factores continentales: la América anglosajona y “Nuestra América”.

Antes de que Bolívar se planteara la independencia de estas islas como necesidad para la sobrevivencia de las nacientes repúblicas, José Álvarez de Medrano, personaje casi desconocido por la historiografía, propuso al Gobernador de Santo Domingo, Juan Sánchez Ramírez, proclamar la independencia dominicana y procurar lo mismo para Cuba y Puerto Rico a fin de confederarse.

Más tarde, con una inclinación al panamericanismo, presentará un proyecto similar al Secretario de Estado norteamericano, James Monroe.

La Guerra Restauradora sería, sin embargo, el crisol donde adquiriría mayor consistencia este proyecto de Confederación, como necesidad para restaurar la república vendida y conservar la independencia de Haití. Que los gritos de Lares y Yara, en Puerto Rico y Cuba, en 1868, son hijos directos del ejemplo restaurador dominicano, es asunto demostrado.

No solo por el sentimiento que despertó entre los habitantes más preclaros de ambas islas, sino porque destruyó el mito de la invencibilidad de España y aportó a las filas revolucionarias oficiales y soldados con una vasta experiencia militar, dueños además de una singular estrategia de combate.

Ese sentimiento sería potenciado luego gracias a la ejecutoria de figuras como Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos, Antonio Maceo, José Martí y el estratega dominico-cubano Máximo Gómez. De los inapreciables servicios que prestó el general dominicano Gregorio Luperón a estos planes libertadores hay muchos testimonios.

No obstante tener un objetivo común, la propuesta de Confederación Antillana no ha sido uniforme en su devenir, sino que ha tomado diversos matices según los intereses de sus promotores. En algunas propuestas, como la de los restauradores y luego la de Betances, se incluía también Haití, sobre todo por fines geopolíticos; en cambio, en la del propio Álvarez de Medrano, Bolívar, el chileno Benjamín Vicuña Mackenna, Hostos, Maceo y Máximo Gómez, se centraría principalmente en las Antillas españolas.

El ecumenismo latinoamericanista de José Martí tenía como punto de apoyo a las Antillas hispanohablantes, pero abarcarba toda la diversidad de islas del Caribe.

Para alcanzar esa integración en la región que Hostos llamó “fiel de la balanza” y Martí “fiel de América”, el primer paso sigue siendo despertar en nuestros pueblos la necesidad de conocerse, pues de ese conocimiento nacerán el interés y la confianza necesarios para llegar a acuerdos duraderos. A tono con su vocación integracionista, la República Dominicana ha realizado aportes al fortalecimiento de esa realidad. Valga mencionar, el Diplomado Especialización en Historia del Caribe e investigaciones históricas, promovido por el Archivo General de la Nación y FLACSO, que contó con una representación de prestigiosos especialistas nacionales e internacionales en la materia.

El Ministerio para Políticas de Integración Regional, único en su tipo en Centroamérica y el Caribe, con el objetivo de crear conciencia sobre estos temas, viene desarrollando desde hace más de un año su programa “Educar para integrar”, bajo cuyos auspicios se han realizado seis ediciones del curso “Raíces históricas, mecanismos y procesos actuales de la integración latinoamericana y caribeña”, para funcionarios de distintas instituciones vinculados a sistemas de intercambio regional, comerciantes, exportadores, diplomáticos, militares, comunicadores, profesores, legisladores etc.; tres de ellas desarrolladas en la capital de la República, dos en las provincias de Santiago de los Caballeros y San Francisco de Macorís, y un Diplomado Internacional para más de cuarenta diputados al Parlamento Centroamericano representando cinco países de Centroamérica.

Cabe destacar dos importantes Seminarios, uno dirigido a la clase exportadora del país a través de su gremio empresarial, la Asociación Dominicana de Exportadores (ADOEXPO) y el otro, a la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD). Hemos contado con el apoyo de la Presidencia de la República, de la Oficina del Ordenador Nacional de los Fondos Europeos para el Desarrollo, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UASD, del Instituto de Formación Diplomático y Consular de la Cancillería de la República, el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD), el Ministerio de Industria y Comercio y la Dirección General de Aduanas. Este mes realizaremos, del 19 al 21, el Seminario Internacional “Los signos de los nuevos tiempos y los procesos de integración en Centroamérica y el Caribe”, con la participación de 15 países, y se presentará el libro “Historia de la integración de América Latina y el Caribe: un sueño bicentenario”, del Dr. Sergio Guerra Vilaboy, presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC).

La existencia de UNASUR, ALBA, PETROCARIBE, CARICOM, SICA, demuestra que la integración de América Latina y el Caribe, de la cual el antillanismo es un eslabón, ha cobrado nuevos bríos a raíz de los procesos de cambio que están teniendo lugar en el mundo, y específicamente en nuestra región, en las últimas dos décadas.

La creación, en 2011, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuya presidencia pro témpore desempeñará la República Dominicana en 2016, demostró que, más que un mito, la integración regional es una realidad que reúne bajo un mismo objetivo a 33 naciones que representan a más de 590 millones de habitantes dentro de un territorio de más de 20 millones de kilómetros cuadrados, constituyendo la tercera potencia económica del mundo.

Es, además de realidad, una necesidad histórica de la cual depende la sobrevivencia de estas naciones frente a los poderes geopolíticos hegemónicos que nos prefieren divididos y débiles. 

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