El tránsito: Un eterno desorden

Cada día es más difícil desplazarse, conduciendo un vehículo por las calles del país. El desorden mayúsculo en que se ha convertido el tránsito en República Dominicana, sin que nadie haga nada, sin que a nadie le importe, es una razón más…

Cada día es más difícil desplazarse, conduciendo un vehículo por las calles del país. El desorden mayúsculo en que se ha convertido el tránsito en República Dominicana, sin que nadie haga nada, sin que a nadie le importe, es una razón más que suficiente para resistirse a salir a la calle, a menos que no sea estrictamente necesario. El usuario del carro de concho, autobuses y minibuses del transporte de pasajeros, vive un verdadero viacrucis cada día, no solo por las malas condiciones mecánicas de las unidades, sino por el pésimo estado del interior de los vehículos, con asientos mojados, rotos y alambres afuera que cortan la piel y la ropa de los pasajeros. A estos malos ratos se les suman las indecencias de los choferes y cobradores, que van desde insultos hasta tocar de forma indebida a las pasajeras. Antes de llegar a su destino, deberán pasar, no solo por este suplicio, sino que de seguro, más de una vez, estuvieron a punto de sufrir un accidente, el chofer habrá discutido varias veces con otros conductores, que le reclamaron por su temerario comportamiento al volante. Nos es raro que cada vez que una persona desaborda un vehículo del transporte público se persigne, e incrédulo agradezca a Dios por aún estar vivo. A pesar de que la desaprensión al volante no es exclusiva de los choferes del transporte público, no menos cierto es que éstos, en su afán por abordar un pasajero y llegar rápido a la siguiente parada, antes que otros choferes, no respetan la luz roja, ni ninguna señal de tránsito existente, sin entender que con sus infracciones ponen en peligro sus vidas, la de sus pasajeros y la de todo el que se desplace a su alrededor. A propósito del crimen que cometió un chofer de la ruta de la avenida Kennedy, que el pasado jueves, a una velocidad que no le permitió controlar su vehículo, se fue en rojo, se subió a la acera y atropelló a una niña de 14 años que esperaba para cruzar la calle con destino a su centro de estudios. La pequeña, que resultó con sus dos piernas fracturadas y atravesará por un largo período de recuperación, corre el riesgo de perder el año escolar. Mientras que su agresor, continuará como si nada, solo presentándose a la justicia cuando sea requerido. Casos como estos desmoralizan a la sociedad, y nos dicen que estamos muy lejos de alcanzar el desarrollo.

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