Las alianzas y el tiempo

La construcción de mayorías en el ejercicio de la política tiene generalmente dos o tres vías: la simple adhesión por puras simpatías, participación o filiación por razones ideológicas, y por la captación mediante la conquista como consecuencia&

La construcción de mayorías en el ejercicio de la política tiene generalmente dos o tres vías: la simple adhesión por puras simpatías, participación o filiación por razones ideológicas, y por la captación mediante la conquista como consecuencia de un trabajo de seguimiento o adoctrinamiento. Asimismo, mediante la concertación de pactos con fuerzas divergentes que pueden aliarse por un propósito o un interés común.

Cuando se trata de la concertación de pactos o acuerdos políticos, y estos se fundamentan en la repartición, el proceso de construcción suele tornarse complejo, y su materialización exitosa resulta del desarrollo de una verdadera obra de ingeniería política, fundada en la habilidad y manejo de los recursos, y en algunos casos, estar en capacidad de hacer concesiones recíprocas.

Pero si no se logra avanzar rápidamente, los actores corren enormes riesgos, como la inmovilización de las fuerzas, priorización de los factores vinculados a los aparatos partidarios y perder el contacto con quienes habrán de ser soportes fundamentales de tales acuerdos, y particularmente con los sectores a quienes se aspira ganar.

Todo ese accionar está condicionado a los efectos que suelen conducir a desafecciones e inconformidades al interior de las organizaciones. Desajustes y renuncias, reacomodos que muchas veces propician recomposiciones de fuerzas que no siempre se compensan con las ganancias aparentes de las convenciones perseguidas.

En fin, que un proceso largo de negociaciones puede resultar en paralizaciones, desafecciones o disonancias con resultados impredecibles.

Quienes se encuentran inmersos en tales tareas, tendrían que apurar el paso. Una prolongación de tales negociaciones podría tener consecuencias no deseadas. El próximo fin de semana noviembre se pone por la mitad. Quince días después arranca diciembre, que se va en fiesta, y llega enero, que coloca la hora final a sólo cuatro meses y medio.

El tiempo y los imponderables acechan a los actores políticos. Quienes navegan en esas aguas, en el proceloso mar de la política, deben llegar a puerto pronto. Después podría ser tarde…

Pero lo peor de todo podría ser no amarrar bien la chiva que se tiene en casa. 

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