La ciudad de Santo Domingo, y en particular, el Distrito Nacional, busca convertirse en un destino turístico de algún valor, pero a decir verdad, no se entiende cómo será alcanzado ese propósito. Si bien es cierto que cuenta con múltiples atractivos para ese objetivo, no sólo por la fuerza de su zona colonial, o sus diferentes sitios de entretenimiento o de conocimiento, no termina de superar taras que a más de cinco siglos después de fundada, siguen siendo una vergüenza, y otras veces un asco.
Abandono, basura, mala gestión de sitios públicos recreativos, siguen marcando este polo urbano como si no contase con una Administración que además aspira a seguir gobernándolo.
Después que el gobierno nacional hizo una millonaria inversión en la construcción de elevados con el propósito de mejorar el desastroso desenvolvimiento del tránsito, no se explica cómo el alcalde Roberto Salcedo ha permitido que la degradación siga creciendo debajo de los mismos.
En pleno corazón del polígono central, el abandono caracteriza el paisaje debajo del elevado de la avenida Kennedy con Winston Churchill, donde las verjas protectoras han sido destruidas y canibalizadas. Lo menos que debían hacer es retirar los escombros que quedan de esas mallas.
Y ni hablar de todo lo que se ha instalado debajo del elevado sobre la avenida San Martín en el Quinto Centenario, donde han sido anclados negocios de todo tipo.
Y cuidado si avanzamos hacia la Duarte con París, por la 27 de Febrero. Eso definitivamente se perdió. Es decir, la ciudad debajo de los elevados hecha un arrabal.
Es una pena que nos acostumbremos a estos abandonos.
Ya hemos visto cómo las zonas residenciales se han ido alterando por el irrespeto a las normas municipales. Cualquier individuo abre cualquier negocio sin considerar la naturaleza del sector.
En fin, que vemos cómo el Distrito Nacional “progresa” hacia un deterioro incomprensible.
Deben hacer algo por superar estos elementos que tanto afean y contaminan la ciudad.
