Solidaridad con el pueblo francés

Hoy por ti, mañana por mí. Así aconseja la filosofía popular reflexionar cuando una tragedia afecta a un vecino o amigo. Y bien puede ser aplicado ahora con Francia, país cuya capital, París, fue objeto de uno de los atentados terroristas más&#8230

Hoy por ti, mañana por mí. Así aconseja la filosofía popular reflexionar cuando una tragedia afecta a un vecino o amigo. Y bien puede ser aplicado ahora con Francia, país cuya capital, París, fue objeto de uno de los atentados terroristas más graves en la historia del Viejo Continente.

El terrorismo, no importa de dónde proceda ni la causa que se enarbole, es una acción abominable, aborrecible. Un crimen colectivo. Un acto donde la vida humana no tiene valor, donde no se discrimina el alcance de la acción.

El pasado viernes en la noche París, la referencia mundial de la cultura, fue transformada en la ciudad del terror, un estado que dista mucho de un conglomerado caracterizado por sus reuniones en cafés y restaurantes, donde la gente se junta a conversar y a compartir.

Pero el viernes, cual si se desataran los demonios, grupos terroristas provocaron una cadena de tiroteos en diversos puntos de la capital francesa y explosiones en las cercanías del estadio de Francia, donde se jugaba un partido amistoso de futbol entre las selecciones de Francia y Alemania y al cual había asistido el presidente francés Francois Hollande. Las imágenes difundidas por la televisión internacional y las fotos publicadas en los diarios mostraron hasta dónde llega la irracionalidad convertida en terrorismo.

La humanidad, núcleo que incluye a los propios terroristas, no merece estar sometida a un odio irracional que amenaza la convivencia pacífica en el planeta. El mundo no puede seguir así.

La solidaridad mundial que ha recibido Francia debe llegar acompañada de una repulsa, de una condena universal al terrorismo. La humanidad sencillamente no puede estar arrodillada por ese tipo de acciones.

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