La Botija, de Bolívar Rondón Olivo

Nuevas muestras confirman el fenómeno de escritores dominicanos que sin pertenecer a las capillas que intentaron durante décadas imponer un canon de la literatura dominicana, producen textos que no tienen nada que envidiar a los publicados por muchos&#8

Nuevas muestras confirman el fenómeno de escritores dominicanos que sin pertenecer a las capillas que intentaron durante décadas imponer un canon de la literatura dominicana, producen textos que no tienen nada que envidiar a los publicados por muchos “consagrados”. La Botija, novela de Bolívar Rondón Olivo, con el subtítulo En la Casa Misteriosa, se une a la lista de autores emergentes que debieran ser motivo para una nueva valoración del ejercicio escritural criollo en esta segunda década del siglo XXI.

El argumento de La Botija podría recogerse en cualquier población de la República Dominicana, ya que no es solo en las comunidades de San Francisco de Macorís y la provincia Duarte, de donde es oriundo Rondón Olivo, donde la gente, ya en el umbral de la muerte, solía enterrar en una botija o tinajuela joyas, monedas y todo objeto de valor, lo que al morir el propietario pasaba a convertirse en un tesoro escondido.

Los primos Luis y Jaime van conduciendo al lector con sus diálogos y descripciones por vivencias familiares y pueblerinas donde el espectro de Don Eustaquio, el abuelo enterrador, paga la avaricia de su vida con el vagar perpetuo de su alma en pena. En todos los pueblos del país, sobre todo en las provincias más lejanas, los dominicanos escuchan historias de entierros de fortunas, con la leyenda de que quienes en vida fueran sus dueños se las entregan en sueño a un elegido al que le revelan el lugar preciso donde se encuentran.

Como puede leerse en la obra del conocido locutor graduado en medicina, el rescate del “tesoro escondido”, tiene un ritual, que debe cumplirse al pie de la letra. El maestro Manuel Mora Serrano, prologuista de la novela, expresa su “sorpresa agradable”, por La Botija, advirtiendo a Bolívar sobre “las envidias y trampas que es la República Literaria”.

Que le preste atención a Don Manolito, se lo recomiendo.

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