Ir a la universidad o no, un dilema para muchos

Si se estudia con ahínco y se obtiene un título universitario, es casi seguro que se tendrá garantizado un buen empleo; y si los esfuerzos y la preparación continúan, en el caso de muchos, se puede llegar a lograr el éxito económico, una cuenta&#82

Si se estudia con ahínco y se obtiene un título universitario, es casi seguro que se tendrá garantizado un buen empleo; y si los esfuerzos y la preparación continúan, en el caso de muchos, se puede llegar a lograr el éxito económico, una cuenta bancaria “abultada”.

Aunque lo correcto es que las personas se preparen académicamente para lograr un mejor futuro, son muchas las que dan un “golpe de suerte” cuando deciden no estudiar y dedicarse a hacer fortuna apoyados en su visión y el deseo de crecer económicamente. Para éstos, el estudio no es garantía del éxito, ni la falta de una carrera universitaria es sinónimo de fracaso.

Existen diversos ejemplos de multimillonarios exitosos que han logrado cambiar el mundo sin siquiera haber pisado el patio de una universidad, tal es el caso de Steve Jobs, Bill Gates y Mark Zuckerberg, incluso, hay algunos como Amancio Ortega, empresario español dedicado al sector textil y fundador de la tienda Zara, quien actualmente es el tercer hombre más rico del mundo, y ni siquiera terminó la escuela básica.

El objetivo no es invitar a que se abandonen los estudios, ya que una buena educación es vital para todo emprendedor, y que estos ejemplos de millonarios exitosos, sin título, no son más que casos excepcionales.

Para la psicóloga clínica y psicoterapeuta familiar, Irene García Rodríguez son muchos los factores que pueden influir en el hecho de que una persona no le guste o decida no estudiar. Dice que algunas veces los jóvenes de buen nivel socioeconómico manifiestan su preferencia por incorporarse a la empresa de su familia o emprender negocios por su cuenta sin incursionar en estudios superiores. Esto podría sugerir la influencia de modelos maternos o paternos que han logrado mucho éxito sin preparación formal. En circunstancias familiares opuestas, el no querer estudiar o el tomar la decisión de posponer los estudios, puede responder al deseo de emplearse con el objetivo de contribuir con las necesidades económicas familiares.

“Cuando la familia, aun en situación de estrechez económica, resuelve apoyar los estudios superiores del joven y lo estimula en tal sentido, los factores que pueden influir en el rechazo a los estudios o en la falta de motivación hacia los mismos, suelen ser de tipo emocional”, dice la experta.

La especialista comenta que no podemos dejar de reconocer que optar por una ocupación que definirá en gran medida el resto de nuestras vidas, es una decisión adulta que el sistema educativo exige cuando todavía, la mayoría de las veces, no se ha completado la etapa de adolescente. El ritmo maduracional no es exactamente igual en todas las personas y tampoco son las mismas oportunidades que ellas han tenido durante la niñez y la juventud para explorar y desarrollar sus intereses y sus aptitudes, que se encuentran entre los rasgos psicológicos más involucrados con la vocación.
Las fobias influyen

García Rodríguez explica que muchos jóvenes padecen lo que se llama fobias escolares, que generalmente se inician en la infancia y pueden acompañar a la persona durante toda la adolescencia, conduciéndolas a conductas que los llevan a evitar los estudios y a otras situaciones relacionadas con la escolaridad.

Comenta que frecuentemente esta negativa responde a dificultades en un área específica del aprendizaje o en el rendimiento general que no han sido adecuadamente diagnosticadas y tratadas. La acumulación de frustración en el niño, debida a los repetidos intentos infructuosos, las malas calificaciones y el sentimiento de impotencia frente al reclamo en la escuela y en la casa conducen a la inhibición del esfuerzo, a una percepción muy negativa de sí mismo y a una tendencia a alejarse de las dolorosas ocasiones que ponen en evidencia su dificultad para aprender.

¿Por qué muchos que no estudian prosperan tanto?

“Muchas personas que no han podido o no han querido continuar su formación académica prefieren dedicarse a desarrollar una actividad productiva independiente, por lo general expresando con bastante seguridad que tienen mejores oportunidades en esa vía que dependiendo de empleadores. Con frecuencia se trata de actividades de tipo comercial o del ejercicio de habilidades desarrolladas de manera autodidacta en el área de mantenimiento de viviendas, la reparación de electrodomésticos, la mecánica automotriz, las labores artesanales, la producción culinaria, entre otras posibilidades”, sostiene Irene García Rodríguez.

Aunque no les falta razón en lo relativo a la limitación implícita en ingresar a un empleo sin credenciales técnicas o profesionales, y también es cierto que muchas de estas iniciativas resultan exitosas, por otra parte esto entraña numerosos riesgos y exigen un largo período de espera para poder evaluar su potencial productivo. Dependiendo del apoyo económico, su empresa se encontrará en mayor capacidad de tolerar las dificultades propias de su crecimiento hasta lograr un posicionamiento en el mercado. O en caso de fracaso, sostener los costos de un cambio de rama o de una reorientación del negocio.

“Para nadie es un secreto que cuando la actividad laboral independiente es exitosa, por lo general quien la práctica gana más dinero que el que realiza un esfuerzo laboral equivalente para un empleador. Sin embargo, como estos emprendimientos independientes son realizados tanto por personas con formación académica como por otras que no la tienen, harían falta estadías para saber qué tanto éxito rinde al estudiado o no estudiado”, dice.

Para García Rodríguez, la prosperidad tiene que ver no sólo con consecuciones económicas, sino también con logros personales, familiares y sociales que se conjugan en un estado de significativo bienestar. En este sentido, la posibilidad que cada persona debería tener en cuanto a crecer a través del aprendizaje y el ejercicio de una labor que le interese, o mejor aún que le apasione, constituiría un factor clave de la definición de prosperidad.

La estimulación es importante

Para García Rodríguez, altamente negativas pueden resultar también las consecuencias de una escogencia profesional que, tras una fachada de seguridad personal, oculta el deseo de satisfacer las aspiraciones de un familiar, generalmente del padre o la madre, o de exhibir un título de una carrera de moda o a la que algunos atribuyen un importante prestigio social.  Dice que en el mejor de los casos los jóvenes que hacen esto reconocen posteriormente el error, a veces bastante avanzados en los cursos, y optan por un cambio drástico, aunque esto implique un reinicio. Otras veces terminan dedicando su vida a una actividad profesional que entienden ajena a sus inclinaciones personales, con una evidente limitación a las posibilidades de satisfacción laboral y de autorrealización a través del trabajo. En relación a la necesidad del conocimiento de sí mismo que entraña la elección de un área de estudios superiores, cabe recomendar tanto a los padres como a los docentes la importancia de estimular desde la niñez  la apertura a involucrarse activamente y ejercitar sus habilidades en un mayor número y diferente tipo de actividades familiares, educativas, recreativas y sociales, así como también a comentar con libertad sus deseos e intercambiar impresiones y opiniones con los familiares, con los maestros y compañeros.

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