Una agenda valiente

Hay una percepción generalizada de que el país anda mal en casi todas las áreas. En salud, al tradicional desastre de la atención a las personas en los centros públicos, se suma el fracaso en prevenir el dengue y en tratar adecuadamente a pacientes&#

Hay una percepción generalizada de que el país anda mal en casi todas las áreas. En salud, al tradicional desastre de la atención a las personas en los centros públicos, se suma el fracaso en prevenir el dengue y en tratar adecuadamente a pacientes afectados. El resultado está siendo un inaceptablemente elevado número de personas fallecidas. Y nadie paga las consecuencias de eso.

En educación, luego de la enorgullecedora jornada del 4% para obligar al Estado a financiar la educación pre-universitaria con lo que manda la ley, sorprende la noticia de la existencia de un grosero esquema de corrupción y extorsión en el programa de edificaciones escolares, y de graves problemas en la calidad de los planteles. El informe del Foro Socioeducativo es escandaloso y revela violaciones sistemáticas a las normativas.

Lo de la corrupción y la comisión de crímenes por miembros de la Policía Nacional a todos los niveles es cosa de todos los días y no hay indicaciones de que haya alguna seria intención de que eso cambie, mientras la incapacidad del Ministerio Público de llevar casos sólidos a los tribunales en materia de delitos comunes es evidente. Ahora, además, se devela una densa red de prevaricación en altos estamentos judiciales, lo que se suma a la consabida captura política de las llamadas Altas Cortes que impide hacer justicia con casos de corrupción de alto perfil. El descrédito del sistema de justicia es impresionante.

Además, la gente no parece percibir que tenga posibilidades reales de que su situación económica mejore. La tasa de desempleo se mantiene rígida a pesar del crecimiento de la actividad económica en sentido general, y los salarios reales tampoco reaccionan. La pregonada reducción de la pobreza es recibida con gran escepticismo, cuando no con indignación.

A partir de algunos de sus éxitos como el Sistema Nacional de Emergencias, el plan para erradicar el analfabetismo o el aumento de la cobertura del régimen subsidiado de la seguridad social en salud, el Gobierno ha hecho ingentes esfuerzos por mostrar que estamos en una dinámica de cambios positivos. Pero la verdad es que son insuficientes frente a la permanencia de la mayoría de los problemas y el agravamiento y mayor visibilidad de algunos.

Ante eso, la gente merece que en la campaña electoral se le presente una agenda responsable pero valiente, que no tema confrontar para vencer las resistencias de quienes se benefician del estado de cosas. Es lo que la mayoría espera, un gobierno que les defienda de los sectores económicos que ganan renta a costa del resto, pero también de los intereses políticos que quieren continuar alimentándose del robo, del clientelismo y del uso discrecional del poder y los recursos públicos.

Necesitamos que los candidatos y candidatas tengan posturas firmes y propuestas claras en materia de salud para enfrentar a los grupos económicos que han restringido la cobertura del plan de salud en el régimen contributivo dejando a la gente desprotegida. Pero también frente a los intereses gremiales que no se esfuerzan en que se cumplan con los protocolos de atención y que se resisten a la rendición de cuentas del personal de atención.

Necesitamos posturas firmes y propuestas claras en materia de seguridad pública, en cómo construir una nueva policía porque la actual es irrecuperable, podrida hasta el fondo por la corrupción. Pagar más a los policías es necesario pero no basta. Hay que enfrentar con mucha fuerza e inteligencia las mafias que allí habitan para desterrarlas, hacer que sus integrantes no continúen impunes, instalar efectivos mecanismos preventivos de esas prácticas e incrementar las capacidades técnicas.

Sobre la justicia, queremos escuchar que el liderazgo presidencial se pondrá al servicio de la conformación de unas nuevas cortes, independientes pero abiertas al escrutinio público, y de un ministerio público mucho más competente. Eso demanda coraje y determinación antes que equilibrios paralizantes.

La sociedad reclama salarios más dignos y mayores oportunidades de empleo. Eso requiere de propuestas sensatas pero a la vez audaces en materia salarial y de promoción de la producción, y de una actitud firme que no permita caer en los chantajes de siempre. Además de razonable, necesitamos una agenda valiente donde no haya espacio para el miedo.

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