El embajador de Estados Unidos en República Dominicana pronunció ayer un discurso a propósito del Almuerzo de Acción de Gracias de la Cámara Americana de Comercio, y en verdad, al escuchar o leer todo lo que dice no sabemos qué sería mejor: celebrar o llorar.
Celebrar, porque sin la ayuda de Estados Unidos, República Dominicana no existiría. Llorar por la minusvalía nacional que amerita que esa poderosa y soberbia nación esté en todo, que nos lleve de la mano por los senderos más insospechados, desde la lucha más mínima para sobrevivir, hasta las heroicas batallas contra los grandes criminales, contra todos los flagelos que nos afectan.
Celebrar la colaboración norteamericana para la sobrevivencia nacional. Imprescindible para la educación. Sin Estados Unidos, la tan mentada revolución educativa que pretende implantar el presidente Danilo Medina sería una quimera.
Celebrar que el empuje de la economía dominicana es el producto del empuje de Estados Unidos y, especialmente, de los diferentes programas del embajador Brewster.
La lucha contra el crimen y el narcotráfico se asienta en la colaboración norteamericana. El programa insignia de la seguridad interna, el 911, ¡gracias a Estados Unidos!
La agropecuaria nacional habría desaparecido si no fuese por la colaboración norteamericana. Los voluntarios del Cuerpo de Paz trabajan en todo el país con las comunidades para resolver sus requerimientos básicos de agua y producción de alimentos. Hay que celebrarlo.
La corrupción, en la que somos campeones, pese a su acompañamiento en el combate, sigue siendo un gran problema “a los más altos niveles” del gobierno dominicano. Lamentablemente, la profilaxis no termina.
Promete remedio para poner fin a la discriminación y la desigualdad a que están condenados los pobres, las personas discapacitadas, las personas que viven con VIH/SIDA, los indocumentados de ascendencia haitiana y los miembros de la comunidad GLBTI. También hay que celebrarlo.
Por si falta algo, Estados Unidos será el guardián para que todo hombre, mujer y niño que viven en la República Dominicana cuenten con documentación, estatus y seguridad. Que tengan patria.
Agradecemos el apoyo de esa gran nación y del embajador Brewster, pero lloremos, porque sin su generosa ayuda, este país simplemente estaría en la edad de piedra.
