Los jefes y la Tierra

Los gobernantes del mundo parecen convencidos de que deben detener el daño que están haciendo a la Tierra. Y la mejor expresión es el encuentro en París en la 21 Conferencia sobre el Cambio Climático que ha congregado a 150 jefes de Estado y de&#8230

Los gobernantes del mundo parecen convencidos de que deben detener el daño que están haciendo a la Tierra. Y la mejor expresión es el encuentro en París en la 21 Conferencia sobre el Cambio Climático que ha congregado a 150 jefes de Estado y de gobierno. Desde los más grandes agresores del planeta hasta los países más pequeños que padecen los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero, acudieron a la cita.

El presidente Barack Obama, líder del segundo país mayor emisor de esos gases, no tuvo empaño: “Represento al segundo país más contaminador. Asumiremos nuestras responsabilidades”.

En un tono parecido se pronunció el jefe del país más contaminante, China, Xi Jinping, pero ninguno de los dos dan indicaciones concretas de que esta vez llegarán a un compromiso para modificar las prácticas que provocan los cambios climáticos.

Es la misma conducta que han asumido desde 1997, a partir de los acuerdos de Kioto, en Japón, cuando igual hablaron de reducir las emisiones, pero nada hicieron.

El asunto es que si bien se trata de un problema de todos los países, los más pobres y menos desarrollados son los que más sufren las consecuencias, con bajos recursos para aplicar políticas para enfrentar los efectos o para cambiar los sistemas de generación de electricidad.

República Dominicana ya ha sido identificada entre los países que están sufriendo dramáticamente el impacto de los desequilibrios ambientales. Ocupamos tristemente el octavo lugar entre las naciones más afectadas.

Sin embargo, si bien el país está empeñado en reducir las emisiones, tiene muy poco que ver con el desastre que generan los grandes países, que tienen la obligación moral de revertir los procedimientos en las industrias y en la generación energética.

Más que lamentar los daños, como Obama (“El mar se está tragando en Alaska pueblos enteros, y los glaciares se derriten a un ritmo sin precedentes”), lo que se necesita es acción. Él y los demás grandes destructores tienen la responsabilidad de garantizar el futuro de las nuevas generaciones en un ambiente amigable.

La conferencia de París es quizás la última oportunidad de la humanidad para preservar la Tierra como la conocemos. 

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