Encadenando las zonas francas

La vieja preocupación sobre la falta de vinculación de las zonas francas al resto del aparato productivo nacional ha retornado a la palestra. Esta semana el Consejo Nacional de Zonas Francas de Exportación (CNZFE) y el Ministerio de Industria y Comerci

La vieja preocupación sobre la falta de vinculación de las zonas francas al resto del aparato productivo nacional ha retornado a la palestra. Esta semana el Consejo Nacional de Zonas Francas de Exportación (CNZFE) y el Ministerio de Industria y Comercio (MIC), con el apoyo de la Asociación Dominicana de Zonas Francas (ADOZONA), la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) y Pro-Industria organizaron un seminario sobre el tema.

Por fortuna el tema vuelve a emerger ya no como la vieja y atendible queja de sectores de opinión sobre el limitado impacto de las exportaciones de zonas francas sobre la economía en general. Por una parte, es el sector público que lo lleva al plano público. Con ello reconoce que el estado actual es insatisfactorio, y que el tema merece la atención de la política pública. De esta manera toma el liderazgo y eso lo cambia todo.

Por otra parte, la cuestión se plantea de forma propositiva, como un esfuerzo por articular políticas con el objetivo de desarrollar encadenamientos productivos entre empresas de zonas francas y la industria nacional. Eso revela que el paradigma está cambiando, que la vieja idea de promover la inversión extranjera en zonas francas “vendiendo” al país como un paraíso tributario y de bajos costos para las empresas acogidas al régimen es por lo menos insuficiente (ojalá se fuera más lejos y se reconociera algunos de sus efectos contraproducentes) para lograr resultados económicos y sociales deseables y de largo alcance, y que hay que pensar en políticas activas de desarrollo productivo.
La oportunidad para el cambio quedó servida a mediados de la década pasada cuando las zonas francas empezaron a diversificarse y el requisito de que la ropa exportada a Estados Unidos fuese fabricada con materiales de ese país para recibir tratamiento preferencial en ese mercado empezó a perder efecto. El requisito ponía una camisa de fuerza e impedía la integración de las empresas de ese sector al resto de la economía. Pero las nuevas actividades que reemplazaron en parte la de confecciones no tienen esa restricción.

El BID y la CEPAL contribuyeron con ricas exposiciones que destacaron el hecho de que las actividades de zonas francas forman parte de cadenas globales de valor que producen mercancías con elevados estándares de calidad y que se venden en mercados muy dinámicos. Sin embargo, recordaron que si no existen políticas dirigidas a lograr que las actividades que se hacen en el país se posicionen ventajosamente en la cadena, que logren “escalar”, es decir, moverse hacia otras fases de la producción, y que logren capturar cada vez más valor, los beneficios que se quedan en el territorio continuarán siendo limitados. Las decisiones de ubicación de operaciones de parte de las corporaciones en nuestras zonas francas se continuarán tomando sólo sobre la base de las ventajas tributarias, de los costos salariales, de la distancia de mercados y de los costos de transporte, y el resultado seguirá siendo que nos dejarán sólo los salarios y otros beneficios, seguirán comprando poco y seguiremos sin aprender lo suficiente de sus actividades y de las dinámicas de las cadenas en que ellas participan.

Posicionarse de forma cada vez más ventajosa, aprender y “escalar” en las cadenas como las de productos médicos y farmacéuticos, la de productos eléctricos, la de textiles, la de calzados o cualquier otra amerita empezar a ofrecer algo más que exenciones y bajos salarios. Demanda que la industria y el sector de servicios estén en capacidad de ofrecer mercancías a las empresas de zonas francas de mucha calidad y en cantidad suficiente como para que sea ventajoso para ellas comprarles, y convertirse así en proveedores confiables.

Demanda estar en capacidad de agregar más valor al inicio de las cadenas, como los de los servicios de diseño y producción. Demanda crear las condiciones que ofrezcan más posibilidades para la innovación, vinculando los centros educativos y de investigación a las empresas nacionales y las empresas de zonas francas de tal forma que la creatividad y el conocimiento se pongan al servicio de la producción. Demanda que haya “escalamiento social”, es decir, requiere de personas más sanas, con más conocimiento y más productivas y creativas, lo que depende en mucho de una buena política social y de salarios más altos.

En síntesis, encadenar a las zonas francas, hacer que nos necesiten, que les sea difícil irse, y sacarle mucho más provecho requiere que nos dotemos de nuevas políticas sectoriales de desarrollo productivo. La visión parece estar cambiando. Ojalá se traduzca en hechos.

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