De Vega a Valdez

Retorna el debate del gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, sobre los salarios. Tal y como ha dicho Bernardo Vega, en uno de sus artículos, es un tema que raramente es tratado por las instituciones rectoras de política monetaria,…

Retorna el debate del gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, sobre los salarios. Tal y como ha dicho Bernardo Vega, en uno de sus artículos, es un tema que raramente es tratado por las instituciones rectoras de política monetaria, pues un aumento de los salarios tiene su efecto en el Producto Interno Bruto (PIB).

Definitivamente, no pretendo teorizar con ninguno de los dos, ya que cuando estudié economía, como me dijera mi querido profesor el sacerdote jesuita Jorge Munguía (EPD) lo que aprendí fue a pensar. En mi caso, me dediqué a la industria, no a la teoría económica, que tanto Vega como Valdez manejan a la perfección.

Los problemas de un empresario no se limitan a los salarios ni al crecimiento del PIB, aunque la evolución de esta variable debe impactar en las ventas. Nuestro mundo es más complicado, con el riesgo que corremos todos los días a desaparecer, debido a la competencia, los inadecuados servicios públicos, la permisología y los impuestos aplicados al inicio de la producción.

Debemos lidiar con colaboradores, el financiamiento, normas prudenciales ancladas en el tiempo, políticas monetarias sólo preocupadas por contener el aumento de la tasa del dólar, mientras otros países como China, México, Colombia, Brasil devalúan sus monedas haciendo sus exportaciones más competitivas.

Esta discusión entre un gobernador y un exgobernador de nuestro Banco Central es, lejos de una confrontación, una forma de hacer aportes importantes al tema de la desigualdad y al crecimiento.

Precisamente, como ambos hablan de Piketty, es preciso recordar que éste señala que el bienestar en los países ricos es mayor porque producen más domésticamente y si analizamos el comportamiento de los sectores productivos nacionales, estos vienen decreciendo anualmente a pesar de que como nación estamos dentro del grupo de mayor crecimiento del PIB en la región.

Un análisis completo no debe quedarse en si un aumento de salarios incrementa los impuestos, como resultado de mayores ingresos por vía del ITBIS o disminuye las recaudaciones vía el impuesto sobre la renta.

Hacer crecer la producción doméstica es difícil. Se ha teorizado mucho sobre el particular y a pesar de ciertos esfuerzos del Gobierno, no se logran efectos positivos. Habría que pensar que hay factores diferentes a los que esgrime Valdez Albizu, que con regularidad se refiere a los bajos ingresos de los trabajadores, cuando incluso afirma que el salario mínimo de las empresas grandes está por debajo del primer quintil, que ronda los RD$13,000.

Un aumento general de salario, como propone el gobernador del Banco Central, habría que verlo desde diferentes ópticas. Primero, los aumentos generales premian la ineficiencia, ya que no toman en cuenta la productividad de cada colaborador.

Segundo, en el país existen salarios de lujo que no se ven en otros países, incluso en los desarrollados. Deberíamos empezar por una readecuación de los sueldos del sector público, pues mientras a muchos apenas les alcanza para comer, a otros les sobra para comprar costosos vehículos y grandes mansiones.
Lo he dicho muchas veces. Debemos mejorar el salario mínimo tanto en el Gobierno como en el sector privado, ya que esto iría directamente al consumo, beneficiando las ventas. Pero mientras exista la rigidez en la fijación de la tasa de cambio, esto traerá como resultado, pérdida de competitividad y mayores importaciones, sin mejorar el aparato productivo y mucho menos la generación de empleos.

En estos días es difícil encontrar dólares, no porque escasean, sino porque al precio que pretende el Banco Central los oferentes de divisas no están dispuestos a venderlos. Esto crea incertidumbre, nos coloca en dificultades frente a los proveedores del extranjero, ya que muchas veces no podemos cumplir nuestros compromisos de pago, no por falta de capital, sino por ausencia de divisas.

Esto no sólo le crea dificultades a la producción nacional para competir, sino que pronto será un problema para el turismo, con la competencia que se abrirá con Cuba.

En varias oportunidades el amigo Héctor Valdez se ha referido a que a mejores salarios mejor competitividad. No estoy de acuerdo. La mejoría en la competitividad viene de la mano con una educación de calidad e inversión en investigación y desarrollo. Eso sí genera mejores salarios. Un estudio reciente plantea que los estudiantes que pasan las pruebas nacionales en la primera convocatoria tienen salarios mayores en un 17% que aquellos que van a la segunda convocatoria.

Queda claro que se trata de un problema de educación. Hay que admitir que se hacen esfuerzos de mejoría, pero no veremos sus frutos inmediatamente. Hasta hace pocos meses el país no tenía un verdadero laboratorio aduanal para hacer investigaciones y es solo recientemente, gracias al esfuerzo de Fernando Fernández, director de Aduanas, que contamos con uno de los laboratorios más modernos de la región, que nos permitirá desarrollar mejores y más competitivos productos.

Como dice Vega en su artículo, en otros países la seguridad social y los planes de pensiones han contribuido grandemente a mejorar la desigualdad social. Desgraciadamente, los fondos de pensiones en nuestro país sólo han contribuido como represa para manejar el enorme déficit del Banco Central. Los mismos se mantienen depositados en pesos con escasa rentabilidad para el asalariado, que si llega a cobrarlos al final de su vida activa, sin duda para poco le servirán.

Por último, no será posible ser competitivos con tasas de interés tan altas, que son fruto de la ausencia de una política de desmonte de los certificados del Banco Central, que paga rendimientos tan elevados que desincentivan la inversión.

Estas discusiones son necesarias, pues aportan al sano interés de que el país se desarrolle, que la desigualdad lacerante disminuya y podamos todos tener una existencia digna, sin las carencias que padecen muchos de nuestros conciudadanos.

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