Un discurso esperanzador y creíble

Un sabio refrán que frecuentemente me decía el doctor Joaquín Balaguer en nuestros recorridos por el país, en aquella campaña del 1990 en la que pude beber de su sapiencia, afirma que “no se deja camino real por vereda”.

Un sabio refrán que frecuentemente me decía el doctor Joaquín Balaguer en nuestros recorridos por el país, en aquella campaña del 1990 en la que pude beber de su sapiencia, afirma que “no se deja camino real por vereda”. En la antigüedad, “camino real” era aquel construido a expensas del Estado, más ancho que los otros, idóneo para carruajes y que ponía en comunicación a poblaciones de cierta importancia. Pero su segunda acepción es más demostrativa, por cuanto explica que es el “medio más fácil y seguro para la consecución de algún fin”.

El significado de este refrán se ajusta a la perfección al contexto y coyuntura político-electoral en que tuvieron lugar las palabras pronunciadas por el presidente Danilo Medina, en su discurso de proclamación, el pasado domingo.

Y es que, definitivamente, el presidente Medina me hizo recordar las siempre oportunas orientaciones de Joaquín Balaguer y, además, reafirmó en mí, como mujer, como madre, como dominicana, el compromiso de estar siempre al lado de quien nos garantiza la paz y la prosperidad que tanto necesitamos como nación.

La intervención de Danilo no se trató de un simple discurso preparado por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) para ese acto. No, el Presidente habló para todo un país que escuchó a un gobernante incapaz de hacer promesas vacías o prácticamente insustentables.

Desde la tribuna del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, el primer mandatario compartió con el pueblo dominicano lo que será la continuidad de un plan de gobierno que ha dejado ver sus frutos, y que independientemente de las diferencias políticas o de criterio propias de un sistema democrático, hasta la propia oposición ha tenido que reconocer logros tangibles e irrefutables.

Danilo evitó la demagogia. Evadió en todo momento hablar de proyectos irrealizables, porque quiso ser coherente con su promesa de ser un presidente coherente con sus principios y formación humana y política.

Por eso comunicó con claridad meridiana lo que serán los ejes centrales de una próxima gestión suya, resumidos en ocho ámbitos. Danilo pidió una nueva oportunidad para, a partir del 2016, mejorar la economía de las familias, reducir la desigualdad, propiciar el crecimiento de empleos formales, invertir en innovación y desarrollo; potenciar la seguridad ciudadana, introducir mejoras sustanciales en la salud y educación, y garantizar mayor transparencia en la administración pública.

Cada palabra suya arrancó aplausos que hicieron eco en toda la geografía nacional, por esos pueblos donde cada semana Danilo deja sentir su presencia, hablando con la gente, escuchando sus inquietudes, problemas y anhelos de superar la pobreza ancestral que mantiene el estancamiento de cientos de miles de familias.

“Reducir la desigualdad”. No se trata de una simple frase significando una promesa cuya materialización ha de venir del espacio sideral. Es un sueño que Danilo trabaja noche y día, sin descanso ni horarios, para poder cristalizarlo en beneficio de una nación que valida con altas calificaciones su obra de gobierno.

Es bien sabido que unas elecciones no se ganan sobre la base de ofrecimientos sin fundamentos, calumnias o debates infecundos. Y Danilo está libre de esas flaquezas que tienden a desacreditar y reducir a su más mínima expresión la credibilidad de un político ante la sociedad que aspira representar.

Por esto y más, estoy plenamente convencida de lo que también decía mi maestro político, el doctor Joaquín Balaguer: “lo bueno no se cambia”.

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