Hasta los obispos escriben cartas injerencistas… (2)

En la Página Retro de la semana pasada se reseñaba la carta que Monseñor Antulio Parrilla había dirigido a Monseñor Pepén en ocasión de la inauguración de la Basílica de La Altagracia. En esta entrega incluimos el final de la carta de Monseñor&#

En la Página Retro de la semana pasada se reseñaba la carta que Monseñor Antulio Parrilla había dirigido a Monseñor Pepén en ocasión de la inauguración de la Basílica de La Altagracia. En esta entrega incluimos el final de la carta de Monseñor Parrilla y la contestación que escribió José E. García Aybar.
Parrilla termina así: “El hombre moderno pobre y desamparado, angustiado por lo precario de su existencia y más consciente que hace unos años de su dignidad humana y de hijo de Dios, y lo inmerecido de su situación, se rebela legítimamente ante tanto despliegue de lujos inútiles que han hecho posibles fabulosas sumas que son producto de la explotación de que son ellos mismos las víctimas.

“Rehúso colaborar con mi presencia a mantener un triunfalismo trasnochado y una connivencia muy comprometida que harán cada día irrelevante a la Iglesia ante las ingentes muchedumbres depauperadas”.

Antulio Parrilla
Obispo de Ucres, Caguas, Puerto Rico

Una carta atrevida e irrespetuosa
José E. García Aybar
20 enero de 1971
“Un obispo honorario puertorriqueño, a quien se censura en su propio país por su afectuosa y cordial relación con los comunistas, al rechazar la invitación que le hiciera Monseñor Pepén para asistir a la solemne inauguración de la Basílica de La Altagracia, se destapa con una carta que no sólo es atrevida sino también irrespetuosa.

“Con el propósito, tal vez con miras inconfesables, de ofender virtualmente a la Iglesia dominicana y vituperar al gobierno de nuestro país, este señor obispo no conforme con enviar al prelado de Higüey su respuesta a la referida invitación que no fue pública sino privada, remitió además copias de dicha contestación a diversos diarios nacionales.

“Tanto los términos de la misiva, como el hecho de tal remisión, demuestran el avieso designio en su juventud de crear un escándalo público con motivo de la inauguración del nuevo templo católico, constituyendo un típico ejemplo de la extremista demagogia que hoy caracteriza a muchos seglares y algunos sacerdotes, quienes no dejan escapar la menor oportunidad para hacer gala del espíritu “progresista” o “revolucionario” que los anima.

“Nos parece que el obispo puertorriqueño no tiene el más mínimo derecho a enjuiciar, por control remoto, al gobierno dominicano, y que las expresiones virtualmente vejatorias que contra éste y la iglesia nacional figuran en su grosera contestación, bien pueden considerarse como un exabrupto más propio de un político extremista que de un evangélico pastor de almas.

“Como con mucho acierto se dijo en un constructivo editorial del Listín Diario, “si monseñor Parrilla contestó tan rudamente a una atención de monseñor Pepén, mal cabe pensar que él se preocupe en verdad de la suerte de los miserables de la tierra”, lo cual también es aplicable a quienes sin mover un solo dedo para socorrer y amparar a las clases pobres, nunca cesan de sistemáticamente utilizar, como muestra a su juicio de un social altruismo, la verborreica pirotecnia de una intransigente y agresiva demagogia.

“Por las enfáticas palabras del sacerdote puertorriqueño, parece que él pretende tener la soberana potestad de hablar a nombre de la Iglesia, de la cual solo es, si no estamos en un error, un simple obispo honorario que no tiene a su cargo ninguna diócesis, pretendiendo también convertirse en “juez supremo de la verdad” en cuanto a la situación dominicana se refiere, petulancia que hace poco tiempo censuró el propio Paulo VI a la juventud de nuestros días, cuando tuvo oportunidad de hablar ante una concentración juvenil celebrada en la ciudad australiana de Sidney.

“I mientras este obispo honorario, mostrando un gran escrúpulo espiritual, rehúsa colaborar con su presencia “a mantener un triunfalismo trasnochado y una convivencia muy comprometida que harán cada día más irrelevante a la Iglesia ante las ingentes muchedumbres depauperadas, el Santo Padre, que es el máximo conductor de esa misma iglesia, además de conferir al nuevo templo altagraciano la jerarquía de basílica, designa a un cardenal para que lo represente personalmente en su solemne inauguración. I por lo menos otro cardenal presidirá con su presencia la inauguración de nuestra segunda basílica.
“Al escribir estas líneas ante la insólita actitud de ese religioso de Puerto Rico, no nos guía el único propósito de defender al gobierno y a la Iglesia dominicana, sino a nuestro país, que es lo más importante, país que por desgracia cualquier extranjero se permite enjuiciar, a control remoto, por “simples referencias o siempre fidedignas y muchas veces amañadas.
“Es muy posible que la ausencia de monseñor Parrilla, lejos de opacar la grandiosa inauguración del tiempo que el pueblo, el estado y la Iglesia nacionales dedican al culto de la Virgen María, la dignifique aún más, ya que por lo menos nos habremos evitado la presencia del obispo honorario, cuyas conocidas ideas y tendencias no coinciden precisamente con los eternos principios de Cristianismo Universal.

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