Respetar el espacio de la pareja es vital para la relación

Estamos en el mes del amor y de la amistad, ocasión que suele aprovecharse para demostrar de una manera especial nuestros afectos y agradecer a esas personas que siempre están, en las buenas y en las no tan buenas.Al hablar del amor…

Estamos en el mes del amor y de la amistad, ocasión que suele aprovecharse para demostrar de una manera especial nuestros afectos y agradecer a esas personas que siempre están, en las buenas y en las no tan buenas.

Al hablar del amor queremos referirnos a la relación de parejas donde uno depende del otro. Que casi siempre es la mujer, con raras excepciones.

Aunque algunas personas confunden el amor con la dependencia, nuestra felicidad no debe depender de nadie, sino de nosotros mismos. Si estamos bien con nosotros mismos, estaremos bien con nuestra pareja y con los demás. No podemos pretender llenar un vacío dependiendo del otro. No se puede perder la individualidad que como entes sociales nos corresponde. Amar no es relegarnos a un segundo o tercer plano.

No es cancelarnos como individuos. Somos dos y como tal cada quien ha de hacerse responsable de su vida y sus problemas. Caminar juntos, sí. Hombro con hombro, mejor aún. No tú adelante y yo detrás. Compartir proyectos y actividades. No dejar de hacer por el otro o hacer por el otro. Somos dos. Ninguno es la mitad del otro.

En una relación de pareja, ya sean novios, esposos o vivan en unión libre, cada quien debe tener su espacio para sus cosas. Ese tiempo del día, o de la noche, donde requerimos mirarnos hacia adentro, de manera individual. Cuando requerimos reflexionar sobre lo que hemos hecho o lo que queremos hacer. Vivir juntos, compartir una cama, un techo, una mesa, no significa renunciar a nuestra libertad.

Tenemos derecho, hombre o mujer, a hacer cosas fuera de la pareja sin que ello afecte la fidelidad que se profesan voluntariamente. Hacer cosas por separado no significa estar enojados ni que la relación no está funcionando. No. Complementarse es la clave, no atarse ni depender. Ni contigo ni sin ti, dice una canción “contigo porque me matas, sin ti porque me muero”. No.

 Ahora bien, cómo evitar que uno invada el espacio del otro, el tiempo del otro.  Ya sea el hombre o la mujer.

“La clave es el diálogo, aunque no es un tema fácil de abordar. Es sano e importante poder tomar un poco de aire, disfrutar de momentos en soledad o sin compañía de la otra persona. Todo esto ayuda a preservar la intimidad individual y a mantener una relación amorosa sana y duradera”, así lo explica la psicóloga y terapeuta familiar, de pareja y sexual, Jessica Valdez, entrevistada sobre el tema.

En este sentido, recomienda un paseo, un hobbies, una esquina de la casa, una salida semanal o mensual con los amigos.

“Una relación de pareja se sustenta sobre tres cimientos y se deben cuidar cada uno: tú, yo y el nosotros. Es necesario respetar la libertad del otro y evitar invadir sus espacios, lo contrario es pérdida de autonomía. Se debe estar con la pareja porque se quiere, no porque no hay otra opción. La clave es emparejarse sin divorciarse de uno mismo”, puntualiza.

Y para respetar ese espacio libre de cada quien, recomienda “establecer una especie de contrato, reconociendo la individualidad del otro y su libertad de sentir, pensar y hacer lo que quiere. Que el otro existe más allá de la pareja.

Tener siempre presente: “tú eres tú y yo soy yo”.
Para evitar la codependencia la psicóloga sugiere tener un tiempo en común y un tiempo propio, “sentirse libres y vinculados voluntariamente. Reconociendo que nuestra felicidad no depende de lo que haga o diga el otro. Somos responsables de las decisiones que tomamos”.

Importantiza el hecho de no confundir el amor con la dependencia. “Dependencia no es amor. No hay nada de malo en amar a una persona hasta el punto de que se haría cualquier cosa por ella mientras ese ‘hacer cualquier cosa’ no afecte de ninguna manera ni la identidad ni los principios del otro. Las relaciones sanas son relaciones en las que la persona asume responsabilidad de su propia vida. No hay temor, hay libertad.

La persona dependiente se diluye en la otra perdiendo de vista sus ideas, valores, proyectos, en definitiva, su individualidad. “La dependencia nunca es sana”, enfatiza la terapeuta de pareja y sexual.

Asegura que hay más porcentaje de mujeres con este problema, aunque también hay hombres que lo sufren exactamente igual que cualquier mujer, con la desventaja de que les suele dar más vergüenza acudir a una consulta psicológica.

¿Qué nos hace dependiente?
El factor principal de cualquier dependencia es una autoestima baja, se anula para satisfacer al otro.

Necesidad de controlar al otro, ya sea mediante manipulación o victimismo.
Necesidad de aprobación constante de la pareja.

No tolerar la soledad.
Cuando la persona pretende llenar el vacío de su vida con la pareja, cuando deja de tener objetivos y se concentra única y exclusivamente en la relación.

No hay capacidad de decisión, no se responsabiliza de su vida.
A saber: usualmente quienes establecen vínculos dependientes son personas cuyos padres también lo han sido y han ido adquiriendo este patrón poco saludable para relacionarse. Proyectan sus miedos sobre el otro.

“Para estar bien con el otro primero ha de estar bien consigo mismo. Si estoy pendiente del otro, queriendo ayudar nos caemos los dos. Cada quien se tiene que hacer cargo de su vida y una vez se logra eso es momento de estar en pareja bien acompañados”, advierte Valdez, para finalizar diciendo que existen indicadores claros que nos avisan de una posible codependencia:  “si la persona no disfruta de la relación y si su felicidad depende del otro y suele olvidarse de sí mismo para centrarse en los problemas del otro”.  l

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