Doña Alina y Jan Van Welie: una historia de amor que perdura

El matrimonio es comparable a una danza en la que la pareja debe sintonizarse para que perdure el baile. Hoy por hoy, la pareja no siempre logra danzar al mismo paso. Por eso, talvez, las relaciones son efímeras y los matrimonios parecerían ser…

El matrimonio es comparable a una danza en la que la pareja debe sintonizarse para que perdure el baile. Hoy por hoy, la pareja no siempre logra danzar al mismo paso. Por eso, talvez, las relaciones son efímeras y los matrimonios parecerían ser desechables. Se dificulta dar con un matrimonio que perdure… “hasta que la muerte los separe”.

Por ello, deleita conocer parejas como la de doña Alina y Jan Van Welie, protagonistas de una historia de amor que ha perdurado por 56 años. Nos cautiva escuchar sus vivencias, cargadas de experiencias, en las que no ha faltado la adversidad, la cual ha afianzado el amor que se profesan y mantenido viva la pasión. Jan exalta la capacidad de entrega de su esposa. Conmovido recuerda una ocasión en la que enfermo, y ella embarazada de su segundo hijo, lo cuidó cada noche con el mayor desvelo sin señales de cansancio, sin una queja.

Él holandés. Ella dominicana. Don Jan llegó en 1957 a nuestro país. “Llegué en avión, un viaje que lo costeó el gobierno de mi país, que facilitaba los viajes a todo aquel que quisiera salir a estudiar, por la superpoblación”, nos cuenta.
Su hobbie era estudiar idiomas. Habla holandés, inglés, alemán, francés, “y quería aprender español”. Vino motivado por un amigo español que emigró a República Dominicana”. Aquí conoció al gran amor de su vida. Su primer jefe es hoy su suegro.

De cara al día de los enamorados, el de San Valentín, abordamos a doña Alina y a don Jan en su residencia para conocer detalles de su fascinante historia de amor, que ha dado como fruto cuatro hijos y ocho nietos. Dos de sus hijos llevan casados 25 años y los otros dos, 22 y 20 años. Lo que se hereda no se hurta. Pienso.

Para ambos, la infidelidad es intolerable y la dependencia no existe en su relación, “estamos unidos, caminamos siempre juntos, pero ninguno siente que depende del otro”.

En la pareja no es saludable que uno le enrostre al otro supremacía económica, “eso hiere”, dice don Jan.

Don Jan, ustedes, como pareja, ¿son una especie en extinción?
No, porque la mayoría de nuestros contemporáneos están casados. No es la especie que está en extinción, es la época que ha cambiado. Mis padres me inculcaron respeto a la mujer, eso no se toca, eso no se rompe. Eso se respeta.

¿Es problema de la generación?
No quiero culpar a los padres, pero los hijos son siempre los mismos lo que ha cambiado son los padres. La educación debe comenzar en el hogar. Una de las cosas que me enamoró de Alina fue el cuidado y el desvelo de sus padres por ella. Aquí conocí lo que eran las chaperonas. Nunca salimos solos ella y yo como pareja. Solo el día antes de la boda fuimos caminando de las Mercedes, donde tenía mi oficina, a la calle El Conde, a la Joyería Di Carlo, solo unas cuantas cuadras, a comprar las arras matrimoniales. Son cosas que yo aprecié. Eso no se ve más.

¿Mucha libertad?
Sí, ahora existen las relaciones prematrimoniales y a las hijas se les exhorta a estudiar mucho para que no tengan que aguantar nada a nadie.

“Yo no tuve que aguantar nada a Jan, pero las de mi generación eran mujeres de aguante, de lucha, toreaban las situaciones”, dice dona Alina.

“En nuestra época una persona divorciada era rechazada en los círculos sociales y los muchachos que embarazaban a las muchachas eran expulsados de las escuelas”, dice don Jan.

“Eran otros tiempos, a nosotras nos enseñaron que sí y qué no hay que aguantar en el matrimonio”, dice doña Alina.

Y a doña Alina… ¿qué le atrajo de don Jan a primera vista?
Desde que lo vi, me dije: “este hombre me pertenece”.

Vivencias

Sin pensarlo dos veces, ambos coinciden al decir que el nacimiento de cada uno de sus cuatro varones ha sido una vivencia irrepetible. “Me enamoré y busqué una buena. Cuando yo cargué por vez primera mi muchacho fue algo grande, uno siente algo distinto, es el fruto de nuestro amor”, dice don Jan, quien se ocupaba del sostén de la casa y doña Alina de la crianza de sus hijos. Viajar alrededor del mundo es una de las tantas cosas que han compartido en estos 56 años. Todavía al sol de hoy comparten todo, exceptuando el trabajo de oficina de don Jan, que aún a sus 83 años dedica tiempo a esos menesteres. “Ah… las tardes de los miércoles y sábados, están reservadas al golf”, dice él.
La empatía y compenetración que se profesan le permitió a don Jan advertir en ella, por un simple cambio en su timbre de voz y el movimiento inusual de sus labios, el padecimiento de una isquemia cerebral, la que, tratada a tiempo, evitó secuelas que lamentar en doña Alina, quien a sus 80 años habla de su esposo con la misma pasión de hace 56 años.

¿Cómo lo logran?
Como dice el Papa Francisco, nunca terminar el día sin solventar sus diferencias. Es una relación llena de respeto y amor. Antes de dormirse darse un beso de buenas noches, por mayor que hayan sido sus diferencias de criterios en el día. “Incompatibilidad nunca, diferencias sí, pero las manejamos con respeto”, dice este espigado y altísimo hombre a través de cuya mirada azul como el cielo y el mar, deja ver la enorme pasión que siente por doña Alina, una mujer de baja estatura que aún a sus años luce espléndida y bien cuidada en cada detalle de su persona y de su hogar.

Además de su belleza, a don Jan le gustó de doña Alina la forma en que ella trataba las cosas, “resuelve con firmeza las cosas, y me dije: ‘necesito una mujer de apoyo, con quien pueda contar, será la mama de mis hijos’. Su familia, también me enamoró, gente seria y trabajadora”, dice don Jan.

A las parejas de hoy les dice que no solo piensen en la belleza y en el sexo, “fijarse bien en la familia, si son matrimonios duraderos y unidos. Que busquen personas que puedan servirles de apoyo, porque fundar una familia es un proyecto muy serio”. Nuestros cuatro hijos llevan matrimonios de más de 20 años los cuatro. La educación del hogar se necesita, es importante, y hoy las madres, principalmente, están muy ocupadas trabajando y los hijos… ¿dónde están los hijos?

Si les tocase comenzar de nuevo, ¿qué cambiarían?
“Absolutamente nada”, dicen al unísono, para cerrar diciendo que “los hijos unen porque crean en la pareja una meta en común”.

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