Fenómeno El Niño

Hace más de un año que el fenómeno climático El Niño empezó a dar señales en el océano Pacífico; sin embargo, fue a mediados del pasado año 2015 que se pudieron constatar sus efectos próximo a las costas occidentales de Suramérica, además&#82

Hace más de un año que el fenómeno climático El Niño empezó a dar señales en el océano Pacífico; sin embargo, fue a mediados del pasado año 2015 que se pudieron constatar sus efectos próximo a las costas occidentales de Suramérica, además de su repercusión en la región caribeña.

Los científicos se han encargado de estudiar una relación muy particular en el planeta: la interacción de El Niño con el cambio climático. En las últimas seis semanas han sucedido algunos eventos meteorológicos que podrían resultar determinantes para poder entender que la combinación de estos fenómenos (El Niño y el calentamiento global) tendrán consecuencias muy negativas este año.
El primero de esos eventos atmosféricos fue la poderosa tormenta invernal que afectó la costa este de Estados Unidos el 23 de enero, dejando nevadas históricas en la ciudad de Nueva York.

El segundo evento sucedió en enero, del 13 al 15, precisamente en el océano Atlántico; me refiero al huracán Alex, el primer ciclón del 2016 en formarse mucho antes de tiempo. Afortunadamente, el sistema no representó peligro para ninguna zona poblada.

El tercer elemento que podría indicar una complicada conexión entre El Niño y cambio climático es el polvo del Sahara. A finales de enero, varios fragmentos de este polvillo llegaron hasta República Dominicana fuera de temporada, pues su actividad regularmente inicia en mayo y finaliza en septiembre.

Tomando como comparación El Niño ocurrido en 1997, uno de los más intensos desde 1950, este año podría aumentar la amenaza de eventos meteorológicos en la región del Caribe. Posterior a ese Niño, en septiembre de 1998 se fortaleció el huracán Georges, impactando al país el 22 de ese mes.

En el Atlántico, con la incidencia de El Niño los ciclones se reducen en cantidad, mientras que sin él las aguas se sobrecalientan incrementando así la posibilidad de ser afectados por una tormenta o un huracán.

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