El Monumento a la Restauración de la República

Construido en el 1944, por el arquitecto Henry Gazón Bona, en recordación al centenario de la Independencia de la República, durante la presidencia de Trujillo, dictador gobernante, llamándole : “Monumento a la Paz de Trujillo”, esta obra…

Construido en el 1944, por el arquitecto Henry Gazón Bona, en recordación al centenario de la Independencia de la República, durante la presidencia de Trujillo, dictador gobernante, llamándole : “Monumento a la Paz de Trujillo”, esta obra es una torre de 70 mts2 de altura, levantada en la colina este de la ciudad; una edificación hermosa, rodeada de jardines y áreas verdes, que se divisa desde lejos, justo a la entrada de la ciudad de Santiago, donde se yergue imponente. Cubierto casi entero, incluyendo sus pisos, de mármol de Carrara (italiano), murales en sus paredes internas, obra del famoso pintor español Vela Zanetti, acogido aquí por Trujillo en el año 1939, junto a otros ilustres inmigrantes de la diáspora española llegada al país huyendo del General F. Franco y de la guerra civil española, quienes jugaron un papel invaluable en el desarrollo de las artes y la educación en R.D, el monumento consta, además, de una escalera en espiral de 365 peldaños, lámparas de cristal de roca y columnas con estilo Jónico. En su interior contiene un museo con muestras sobre los héroes de la Restauración. A su alrededor, posee bancos de cemento, donde se sientan sus visitantes, y en la cima de su estructura, un ángel con los brazos abiertos, dando la bienvenida a quienes llegan a la ciudad de Santiago de los 30 Caballeros.

Tan conocido es, que no necesita mucha descripción, es el ícono que identifica plenamente nuestra ciudad, a todos los pueblos del Cibao; y a nosotros, orgullosos santiagueros, donde acudimos a celebrarlo todo, desde tertulias bohemias improvisadas, paseo de enamorados, juntaderas de estudiantes, celebración de eventos culturales, deportivos, entre otras actividades; hasta ir a coger la brisa fresca cuando aprieta el calor, o simplemente para, desde allí, contemplar nuestra ciudad, la cual el monumento domina por completo. Decir: ¡vamos pal’ Monumento!, es como decir vamos para casa. Así de entrañable y querido es el monumento por los santiagueros.

Sin embargo, a pesar de la importancia histórica y cultural, (y se podría decir también sentimental) ahora resulta que a nuestro símbolo quieren convertirlo en un bar, o un restaurant o en una sala de fumar (las autoridades encargadas no saben explicar a qué se dedicará realmente, atontados, entorpecidos, ridiculizados… como han quedado por la repulsa ciudadana generada.

La verdad es que este país anda mal, muy mal. Y es que los funcionarios públicos, al ser nombrados en los cargos (que pagamos nosotros, los ciudadanos dominicanos) se creen dueños y señores del patrimonio nacional; que ser titular de un Ministerio, Cartera gubernamental o Alcaldía, les otorga el derecho de disponer a voluntad de esos bienes que son puestos en sus manos, transitoriamente, solo para administrar y cuidar como buenos Padres de familia, no para desvirtuar su esencia ni disponer de ellos. Este es el último escándalo provocado. Recordemos otros casos en que se han privatizado (dadas en arrendamientos a particulares a precio vil, por 30 y 40 años) propiedades públicas pertenecientes al Estado dominicano. Ejemplos sobran: Los hoteles, Montaña en Jarabacoa, Nuevo Suiza en Constanza; la “Bolita del Mundo”, en el Centro de los Héroes (La Feria) Santo Domingo, el complejo vacacional oficial, también en Jarabacoa, etc.

Pero, lo doloroso y pecaminoso de todo es el silencio del Gobierno (¿ Gobierno, dije?), el que nunca interviene, ni corrige, ni cancela, ni habla, ni escucha, ni quita a quienes incurren en estas prácticas bochornosas y perjudiciales para todo un pueblo que observa desconcertado, entristecido, frustrado, en paciente actitud en que se ha convertido nuestro país.

¡Atrás ese negocio con nuestro Monumento de Santiago! ¡No lo vamos a permitir! Este no será otro pedazo del “bizcocho nacional” a repartir.

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