“La educación en salud debe ser más fuerte desde temprano”

Haber incursionado en diversas áreas, aprender todo lo que le gustaba y llamaba su atención, le ha permitido llevar una vida en la cual el aburrimiento no tiene espacio. Siendo aún muy pequeño, comenzó a recibir lecciones de piano, y se lo tomó&#823

Haber incursionado en diversas áreas, aprender todo lo que le gustaba y llamaba su atención, le ha permitido llevar una vida en la cual el aburrimiento no tiene espacio. Siendo aún muy pequeño, comenzó a recibir lecciones de piano, y se lo tomó muy en serio, al punto que llegó a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, donde formó parte, por espacio de un año o año y medio, del coro estudiantil, y en un momento formó su propio grupo musical. Sin embargo, a pesar de haber incursionado en muchas actividades, artísticas, culturales y literarias, ninguna le robó es espacio a su vocación principal: La Medicina. Por eso, llegado el momento de ingresar a la universidad, dejó todas sus pasiones y aficiones y se matriculó en la Escuela de Medicina de la UNPHU, para años más tarde partir a Madrid, donde se especializaría en Oftalmología. Es precisamente en ese interés por contar la historia de esa rama de la salud, cuando da rienda suelta a sus dotes de escritor.

1. Dominicano
Nací en Santo Domingo en junio de 1958, en la clínica del doctor Maggiolo, en la avenida Bolívar, donde hoy está la maternidad del seguro. Soy hijo de Norberto Stern y María Díaz. Tengo una hermana. Mi hermana y yo tuvimos mucha suerte, de no haber escuchado nunca un pleito en esa casa o una mala palabra. Tendrían sus pleitos, pero los hijos no nos enterábamos. Cuando la gente escucha mi nombre no cree que yo sea dominicano.

2. Personalidades diferentes
Mi papá era alemán, banquero. Se mudó de Alemania en 1939, era judío-alemán. Vinieron antes de que comenzara la guerra y se establecieron en Santiago. Ahí conoce a mi mamá, que era de Santiago, era de Jacagua. Ella escribió un libro de poesías costumbristas que se llamaba la Pucha Cibaeña, que definía ese lugar como “el campo má lindo y bello de tó ei cibao”. Mi mamá siempre escribía. Mis padres tenían dos personalidades diferentes, mi papá como banquero tenía una personalidad tranquila, nunca lo vi inmutarse, era muy tranquilo; y mi mamá poseía toda la energía, la pasión, el calor del Caribe.

3. Herbert en Santo Domingo
Imagínate llamarse Herbert en Santo Domingo, en esa época de la infancia. Los relajos con el nombre fueron tremendos, lo menos que me decían era “Gerber, como la compota”. Me decían de todo, pero imagínate tú eso era inevitable, pero a todo se acostumbra uno. Me imagino que ahora que los muchachos casi todos hablan inglés no es difícil, pero en mi época no era así. Al menos no llegué a pelear por eso.

4. Un hecho impactante
Un hecho que me impresionó, ocurrió en el 1966 ó 67, no recuerdo bien. Yo me iba en la guagua del colegio a mi casa, que quedaba en la Mahatma Ghandi. El chofer de la guagua se llamaba Emilio y todos le conocíamos. Pero un día se enfermó y mandaron un sustituto, y en la calle José Desiderio Valverde, justo frente a una oficina comercial, al detenerse el vehículo, el niño que se bajó, de apellido Rubio, (recuerdo su nombre completo, pero no sé si debemos usarlo), pasó por delante de la guagua, algo que no pensaba el chofer, quien arrancó y le pasó por arriba al niño. El chofer se detuvo ante los gritos de los vecinos, y en un momento de turbación, yo me bajé y me fui solo hasta mi casa. Mis padres no creyeron la historia hasta que llamaron al colegio, y ese aviso motivó que localizaran al chofer, quien se había ido con todos los pasajeros al Palacio de la Policía. Recuerdo ir a la Gómez Patiño, en donde operaron al niño que salió bien, y se recuperó casi al cien por ciento. Lo intervino el Dr. Rafael Miranda, quien luego fue mi profesor de cirugía en la Universidad.

5. Cosas de muchachos
Estudié en el Colegio Calasanz, esa fue una gran suerte, porque ese colegio fue muy positivo para nosotros. Entré al Calasanz en 1963, es decir, que estuve desde el primero, hasta que me gradué de bachiller y, realmente, los Padres del colegio eran extraordinarias personas. Nunca he sido muy deportista, lo mío era más lectura, montaba bicicleta. En ese tiempo había un programa en Rahintel que se llamaba “Un libro que leer”, a los niños del colegio nos ponían a leer un libro y luego lo contábamos en ese programa. Era muy bueno, porque, primero, te hacía leer; y segundo, la lectura frente a las cámaras de televisión era algo interesante. A mí me toco resumir El Quijote.

6. Mis vocaciones
Heredé mis vocaciones de mis padres. Mi papá, venía de una familia inmigrante que llegó de Alemania, que no hablaba el idioma español y que carecían de recursos económicos. Entonces mi papá no pudo terminar el bachillerato y comenzó a trabajar desde los 16 años, pero era un gran lector, y mi mamá escribía. Mi papá leía en alemán, inglés y español. Por eso me crié entre libros, recuerdo a Domingo Moreno Jiménez. Mi mamá pertenecía a un grupo que se llamaba “La Cámara de los 12”. Desde temprano me gustó la lectura. Aunque mi papá no pudo estudiar una carrera, siempre fue un médico frustrado. A él le gustaba mucho la Medicina y a mí también, desde que tuve uso de razón me preocupaba por entender las cosas, saber el porqué de todo. Mi papá tenía un lema, que era el lema del Royal Bank, donde él trabajó toda su vida, que era: “¿Tú quieres algo? Ahorra”. A mí no me lo daban todo. Nunca pasé necesidad porque mi papá tenía un buen trabajo, pero me educó para que me ganara las cosas y eso me enseñó a trabajar y darles valor a las cosas. Yo veo tantos jóvenes de ahora, a los que les dan tanto, y que realmente no aprecian lo que tienen.

7. Siempre médico
Temprano supe que quería ser médico. Fue, por un lado, realizar el sueño de mi padre y, por el otro, que mi hermana era diabética. Ella tiene ya 56 años y es diabética desde los siete años. Para mí, el recuerdo de esa niña, enferma, delgadita, que casi no podía caminar, con náuseas, era una cosa terrible. En este país, en ese entonces no se sabía de diabetes. El doctor Hazoury comenzó a hablar de diabetes en el 66, cuando vino de España, recuerdo que mis padres consultaron varios médicos. Nadie sabía lo que ella tenía. Me acuerdo haberla llevado al doctor Jaime Jorge, el pediatra famoso que todos le decían papá Jorge. La llevé a la casa de él, porque mi papá y él eran muy amigos, recuerdo haberla acostado en el sofá y nadie sabía lo que tenía. La internó en la clínica; y para que veas cómo son las cosas de la vida, un primo de nosotros, que murió recientemente, que en ese entonces era practicante de Medicina en esa clínica, dijo: “Vamos a hacerle una glicemia”, porque una de nuestras tías era diabética. Y así fue que se le diagnosticó la diabetes a mi hermana. Esa experiencia me inspiró desde el principio. Ahí terminé estudiando Medicina en la UNPHU, me gradué en 1983.

8. Hospital de la diabetes
Al volver de Madrid al país, trabajé en el Hospital de la Diabetes, pero también abrí mi consultorio en la Clínica Abel González, donde me formé como médico. Todos los que trabajamos en la clínica Abel González, nos consideramos siempre ser médicos de allá. Tengo mi clínica en la calle Desiderio Arias, hace ya 20 años, pero me sigo considerando de la Clínica Abel González, por el trato y el ambiente laboral.

9. En Madrid
Mi jefe en Madrid era el doctor Gustavo Leoz, que era un magnífico oftalmólogo, era también un aficionado a la música, igual que yo. Don Gustavo me trató muy bien y aprendí muchísimo con él. Me casé con una española, en segunda nupcias, mi hija nació en Madrid. De mi primer matrimonio tengo una hija, que se llama Myriam, nació en Madrid y se hizo abogada como su mamá. Me casé en segunda nupcias con Begoña Mínguez, que tiene dos hijos, uno ingeniero informático y otro ingeniero industrial. La primera vez me casé muy joven, después pasé una etapa de soltería y más tarde, con más conciencia, me volví a casar.

10. Historia de la Medicina
En el colegio Calasanz tenía un profesor, el padre José Erazo que daba Historia de América y esa historia me impactó. Entonces en los años 99, el doctor Rafael Kase Acta, me sugirió que escribiera la historia de la Oftalmología y él me inspiró, además de que él escribió varios libros. Comencé a investigar y me di cuenta de lo difícil que era conseguir información, no había grandes fuentes, pero hicimos grandes esfuerzos para poder publicar el libro que salió en el año 2002, sobre la “Historia de la Oftalmología Dominicana”, pero en ese proceso, conseguí muchísima información, sobre diferentes tipos de especialidades, y seguí escribiendo. Eso me permitió tener una idea de lo que fue la medicina del siglo XX, la mayoría de las informaciones las encontré en OGM de elCaribe, con la colaboración de doña Floralba y doña Naya. En marzo cumplo tres años escribiendo en el Suplemento Fin de Semana de elCaribe y esa ha sido una experiencia maravillosa.

La universidad y la especialidad

Me tocó una época en la que la UNPHU era la universidad privada que ya comenzaba a surgir con fuerza, porque en los años 60 hubo una separación de los profesores de la UASD que formaron la UNPHU. La UNPHU era muy rigurosa y nos dio una formación muy sólida. Nosotros comenzamos a tener clases desde las siete de la mañana hasta las cuatro o cinco de la tarde. Al principio, yo estaba indeciso entre ortopedia y oftalmología, porque cuando comencé a estudiar Medicina, comencé como practicante en la clínica Abel González, el doctor Abel González era amigo de mi abuelo y mi papá era amigo de Franklin González el anestesiólogo y me aceptaron, ahí fue mi primera cirugía y fue una experiencia muy interesante, porque fue con el doctor González. Pregunté que a qué hora debía llegar y me dijo que a las cuatro y media de la mañana, y le pregunté que por qué había que  operar tan temprano, pero me dio una explicación muy lógica. Ellos tenían la costumbre de operar a la hora fresca, porque cuando ellos empezaron no había aire acondicionado y por eso operaban a esa hora. En el año 76 ó 77, llegaron al país, Abel Ricardo González y el doctor Frank Valdez, y comencé a asistir a Frank, que llegó con aparatos súper modernos y con mucho entusiasmo, y me gustó la ortopedia, pero en los años de estudios de Medicina, mi hermana comenzó a perder la vista, a causa de la diabetes, y ahí me comenzó a interesar la oftalmología. En el año 1983, haciendo pasantía en el Hospital de la Diabetes, al que he estado vinculado toda la vida. El doctor Hazoury me pidió que fuera a hacer oftalmología porque nos iban a donar el servicio de oftalmología del hospital, y ahí ya no dudé y me fui a Madrid a estudiar Oftalmología, en 1984. El Madrid de esa época fue muy interesante. La mayor satisfacción para un médico es devolverle la salud a una persona, y lo peor es luchar contra la ignorancia y la automedicación. Pienso que la educación en salud debe ser más fuerte desde temprano.

Sociedades
El año 1993, surge la idea de la Clínica Oftalmológica de Santo Domingo y ya tenemos 20 años. Ese es el futuro, la sociedad entre los médicos, aunque es difícil, por cuestiones de ego.

Activo
Ahora mismo soy vicepresidente ejecutivo del Hospital de la Diabetes y vocal del Patronato de la Diabetes. Además, mi mamá es fundadora del patronato, por los problemas de salud de mi hermana.

Música
Estuve en el Conservatorio Nacional de Música, hasta que la carrera de Medicina no me permitió seguir, pero también tenía mi grupito musical”

Arte
En el ambiente de la música conocí mucha gente interesante. Estuve en el coro estudiantil y ahí conocí a Michael Camilo”.

Fotografía
Siempre me ha gustado mucho la fotografía y eso influyó mucho en mi carrera, de hecho, el fuerte mío en la clínica es la Unidad Diagnóstica”.

Ventajas
Los oftalmólogos tenemos la ventaja de que somos clínicos y quirúrgicos, lo que nos evita el contratiempo del referimiento”.

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