Estudiantes de centros públicos exhiben gran inteligencia e inventiva

Cada día, cientos de niños estudiantes en escuelas públicas se destacan en sus centros de estudios, pese a sus limitaciones económicas o físicas, cumpliendo el dicho de que “querer es poder”.

Cada día, cientos de niños estudiantes en escuelas públicas se destacan en sus centros de estudios, pese a sus limitaciones económicas o físicas, cumpliendo el dicho de que “querer es poder”. Los hay que recorren más de 10 kilómetros en burro en caminos borrascosos para llegar a la escuela, quienes aún sin un hogar y escuela estable desarrollan el ingenio de crear robots o quienes se convierten en modelos a seguir en su comunidad por utilizar géneros musicales como el dembow para fines educativos.

Hay quienes hacen lo indecible para alcanzar un sueño. “Yo vivo lejos y el camino es malo; cuando yo sea grande voy a ser pelotero”, expresa emocionado Luis Miguel Guerrero, uno de los más de 100 alumnos de la comunidad El Cerrito, en El Seibo, que asisten a clases cada día en burro o a caballo.

“El burro es el mejor medio de transporte que tienen”, afirma la profesora Luisa Amada Cordero. Ni la mala condición de los caminos vecinales del lugar, ni las precarias condiciones económicas, ni la lluvia evitan que estos niños consigan llegar al Centro Educativo El Cerrito a estudiar.

La motivación y el deseo de superación parece ser una característica de los seibanos, a pesar de ser considerada una de las ciudades más pobres del país. Allí nace también Pamela Estephani Castro Sánchez, una niñita de siete años del paraje San Lorenzo, que muestra un gran talento para la lectura de noticias.

“Cuando sea grande quiero ser modelo y cantante”, manifiesta Pamela, estudiante sobresaliente de segundo curso de educación básica de la escuela San Lorenzo. Pamela, quien en sus tiempos de ocio suele “agarrar una hoja, un lápiz y ponerse a escribir canciones”, cuenta con el apoyo de su familia. Su madre, Teófila Amparo Sánchez, explica que después de Dios, el desarrollo de la niña se debe a que ellos como familia se han ocupado de enseñarla y alfabetizarla desde antes de ella tener edad escolar.

No hay límites si se quiere

“Si un hombre fue a la luna, no hay nada imposible”, así de optimista es Jasuel Rivera, un niño de 13 años de Yamasá que crea robots hidráulicos utilizando nada más que su propia inventiva.

Jasuel no ha tenido la suerte de tener un hogar estable en mucho tiempo. “El papá no tiene nada y la mamá vive por ahí viajando, el niño estaba ambulante y yo les dije que me lo trajeran para ponerlo en la escuela”, expresa emocionado Juan Adames, quien a pesar de no tener lazos familiares con el adolescente, le dio un hogar y le puso en la escuela.

Emely, de 10 años, no se considera discapacitada

En San Pedro de Macorís está Emely Henríquez, una niña de 10 años con discapacidad motora que no quiso una prótesis en su brazo, por entender que no es discapacitada. Es una excelente estudiante que aspira a ser abogada para defender a las mujeres. “No me siento aislada, siempre participo de todos los juegos y mis compañeros dicen busquen a Emely. En la hora de los talleres de la tanda extendida, siempre participo”, asume Emely.

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