Grandes pérdidas

Cuando he tenido la gran oportunidad de, por razones diversas, compartir con amigos de mi infancia, así como también reencontrarme con una persona con la cual en los últimos 10 años había tenido un distanciamiento circunstancial, esto me ha permitido

Cuando he tenido la gran oportunidad de, por razones diversas, compartir con amigos de mi infancia, así como también reencontrarme con una persona con la cual en los últimos 10 años había tenido un distanciamiento circunstancial, esto me ha permitido ver, que cuando en las relaciones interpersonales hay nexos afectivos genuinos éstos se mantienen de manera permanente en nuestro interior. Esto ha sido fuente de motivación para hacer un paralelismo con algo que hace tiempo he venido observando en el trato o interacción que se da hoy día entre las personas, especialmente los jóvenes. Pareciere como si entre ellos las razones que les mantienen interactuando entre sí son meramente circunstanciales: un club, un colegio, un sector o simplemente compartir en un equipo de béisbol, por ejemplo, donde lo único en común son los momentos compartidos. Una vez, por decir, terminado el colegio te darás cuenta que también en su mayoría terminan las relaciones entre ellos. Encuesté un grupo jóvenes de 18 a 19 años acerca de si extrañaban a sus profesores y compañeros de bachillerato y me contestaron, simplemente, que no. Sin embargo, en mi caso particular y de mi grupo, mantenemos, no solo lazos de amistad, sino un sentimiento de añoranza por los mismos. La gente se muda de un residencial de apartamentos a otro y, aun viviendo puerta a puerta, por lo general ni siquiera se despiden, mucho menos se atreven a decir el lugar hacia donde se dirigen; y tal vez ni el nombre se saben de esas personas que tuvieron por tanto tiempo tan próximas, pero solamente de distancia, ya que nunca hubo un acercamiento humano real. Todas estas actitudes o respuestas conductuales las resumo en dos expresiones: “pérdida de afectos genuinos” y “pérdida de amor”. La palabra “pérdida” ejerce gran protagonismo en nuestra sociedad. Se insiste en “pérdida de valores”, “pérdida de identidad”, entre otras tantas; pero su magnitud es incalculable cuando decimos “pérdida de amor”. Urge abrir campaña interior para evaluar cómo está nuestra capacidad de amar, empezando por el amor propio del ser humano, y con esto entonces poder amar a los demás, ya que, ¿cómo es posible que demos algo si no lo tenemos ni aun para nosotros mismos?

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas