El problema del transporte y sus consecuentes taponamientos en el Gran Santo Domingo es un tema para debatir a profundidad. No hay que rechazar ni acoger a simple vista una sola propuesta.
La foto que ilustra la portada de la edición de hoy de elCaribe ofrece una idea de cuán grave es el problema. Y no se trata de una imagen que muestra una situación casual. Es el reflejo de la cotidianidad.
Enfrentar el problema del tránsito en la metrópoli capitalina ha sido causa de grandes inversiones y gastos, independientemente del costo que representa para la economía dominicana, en tiempo y consumo de combustibles, las filas y cuello de botella que se forman en calles y avenidas, que inmovilizan centenares de vehículos.
Túneles, elevados, ampliación de calles, construcción de retornos y designación de tránsito en una sola dirección, son parte de las medidas que se han tomado, que en el tiempo de estreno minimizan el problema, pero que con el tiempo solo sirven para comparar y hasta para exclamar que sin ellas el tránsito habría sido un infierno.
Ahora se debate una propuesta para cambiar el horario de entrada y salida de los empleados públicos. De inicio hay opiniones disímiles acerca de la efectividad que pudiera tener la iniciativa, una vez convertida en medida. Hay quienes consideran ya que esa sería una solución aislada para un problema complejo.
En fin, cambiar el horario laboral, para que no converjan todos los sectores a la misma hora, disponer que los vehículos circulen alternamente según la placa sea par o impar, que los equipos pesados circulen en las noches, son algunas de las soluciones que se sugieren.
Lo importante es partir de alguna idea posible, de algún proyecto. Ahora, lo deseable es que el tema no se enfríe y caiga en el olvido. Con el tiempo el problema se agudiza.
