Durante las últimas ocho campañas presidenciales los candidatos del PRD no han podido superar las críticas de sus adversarios por los resultados de sus administraciones de gobierno. Ahora toca el turno al binomio del PLD y el Bloque Progresista: Danilo Medina-Margarita Cedeño, que enfrentan al expresidente Hipólito Mejía, ahora de nuevo candidato presidencial del PRD.
Como en los años anteriores, tienen como referentes el aumento del desempleo, aumento de la pobreza, quiebras de empresas, inflación, altas tasas de interés, tasa de cambio a 60 pesos por dólar, y deterioro de los servicios públicos.
El legado les permite presentarse como los candidatos garantes de la confianza y el crecimiento, por los logros de la administración del presidente Leonel Fernández. Esto sirve de apoyo a su propuesta electoral. Antes para descalificar la propuesta electoral del PRD, el presidente Balaguer recurría a su memoria con la expectativa de que la colectividad nacional aceptara su conclusión. Se presentaba como el estereotipo de la moderación y la prudencia. Al PRD lo consideraba como el adversario de gestiones caracterizadas por desaciertos que aumentaron el endeudamiento externo y causaron encarecimiento de los precios de los bienes y servicios de consumo masivo. Al candidato presidencial y líder perredeísta, José Francisco Peña Gómez, lo descalificaba para administrar el Gobierno a partir del 16 de agosto de 1990. En un discurso ante los miembros de la Cámara Americana de Comercio, dejó claro que sólo favorecería préstamos destinados a obras eminentemente reproductivas, diferentes a los gobiernos del PRD de Antonio Guzmán (1978/1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986).
A lo que sí me opondría a rajatablas, es a que siga la política que se siguió en el período comprendido entre 1978/1986, que nos colocó en una dependencia casi absoluta del crédito externo con prescindencia casi total del ahorro interno, canalizado hacia la burocracia y hacia otras atenciones de la misma índole.