Abril y la dignidad de Caamaño

El pasado 28 de abril se cumplieron 51 años de la segunda intervención militar norteamericana a nuestra patria. Ese hecho se constituye en uno de los acontecimientos más onerosos y lacerantes en contra de la soberanía y es el fruto directo de…

El pasado 28 de abril se cumplieron 51 años de la segunda intervención militar norteamericana a nuestra patria. Ese hecho se constituye en uno de los acontecimientos más onerosos y lacerantes en contra de la soberanía y es el fruto directo de la política norteamericana de la segunda década del siglo XX, que tenía como meta evitar la repetición de otra Cuba en América.

Todo se inició con el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, perpetrado en contra del gobierno democrático del profesor Juan Bosch por los sectores más atrasados de la sociedad, en contubernio con el gobierno norteamericano. Ese hecho produjo una ruptura histórica al desarrollo del pueblo dominicano, que había logrado encaminar sus primeros pasos en democracia posterior al derrumbe de la tiranía trujillista con las elecciones de diciembre de 1962, ganadas abrumadoramente por Juan Bosch. Pero las fuerzas conservadoras de entonces, educadas bajo el manto de la dictadura, no entendieron el signo de los tiempos y provocaron el golpe de Estado septembrino. Ese hecho cambió la historia y provocó que el 24 de abril de 1965, se iniciara una de las jornadas patrióticas más importantes de la historia de nuestro país. Ese día, tras el llamado del doctor Peña Gómez por Radio Santo Domingo, el pueblo se lanzó a las calles a respaldar un movimiento militar constitucionalista que buscaba destronar al gobierno de facto de Donald Reid Cabral y reinstalar en el poder al profesor Bosch.

Ese movimiento se convirtió en un levantamiento popular en contra de los usurpadores del poder y ganó una fuerza extraordinaria en los dos días subsiguientes. Ya el tercer día de su inicio, el 27 de abril, parecía que el gobierno de facto de Reid Cabral se caería y las fuerzas militares, unidas al pueblo, harían retornar al poder al depuesto presidente Bosch. Pero ese día, ante la inminente victoria popular, el entonces embajador norteamericano señor William Tapley Bennet, cometió una de las acciones más prepotentes y deleznables de un emisario norteamericano, la cual encontró como respuesta del Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, una de las muestras más grandes de dignidad patriótica.

El embajador Bennet ante el avance y la inminente victoria del pueblo, convocó a los líderes civiles y militares a una reunión en la embajada gringa el 27 de abril. Los líderes del movimiento, entre los que estaba Caamaño, pensaron que los norteamericanos iban a mediar para que el conflicto se solucionara, pero el embajador Bennet lleno de prepotencia y de soberbia, les dijo a los presentes en esa reunión que ellos no sabían lo que habían provocado y que, simple y sencillamente, se rindieran para que las consecuencias no fueran peores para ellos.

Ante esa actitud altanera e irrespetuosa, Caamaño se levantó de la mesa, tomó su fusil y con profunda dignidad y decoro patriótico le dijo al embajador: “Le vamos a demostrar que hay dominicanos que tienen vergüenza y dignidad, y cuando es necesario morir, lo hacen con honor”. Y de ahí se dirigió al puente Duarte a encabezar la Batalla del Puente, que frenó las fuerzas de la reacción y puso la victoria popular muy cerca. Fruto de esa situación, el nefasto gobierno de Lindon B. Johnson, toma la decisión de enviar 42 mil marines norteamericanos a invadir nuestra patria y a frenar la victoria de la Revolución Constitucionalista de Abril de 1965, que a partir de ese momento se convierte en una Guerra Patria en defensa de la soberanía.

La lección de este hecho es muy clara: ante la prepotencia y la altanería de los que se creen dueños de nuestro destino, siempre habrá hombres y mujeres como el Coronel Caamaño, que sabrán defender, con humildad y dignidad, la patria y el honor dominicano.

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