Ayer, el cielo se unió a mi llanto, desprendiendo una fuerte lluvia, pero no era la tristeza la que me invadía, sino un sentimiento profundo al recordar la trayectoria de un buen hombre. Era martes por la tarde y ya debía ir pensando qué escribir para quienes me siguen por este medio cada sábado.Entonces, del recuerdo de su imagen viva y atenta, en combinación con los intercambios de impresiones que tuve en estos días con su amada Elsa, he aquí lo que siento que él quiso expresarme en ese encuentro supraterrenal: no estén triste, pues mi paso por el mundo me permitió estar preparado para poder ir al encuentro con el Señor. Procuré tener un alma libre que como artista me permitiera sacar todo cuanto me atormentaba.
Hice en mi tiempo todo cuanto entendí necesario y amé a Elsa como se aman los seres especiales que pueden pasar décadas a nuestro lado bajo principios rectores que nos hacen ser uno en dos cuerpos. Es por ello que quiero que sea feliz, porque uno de mis principales objetivos en la vida era verla sonreír. La vida, es un paseo que tarde o temprano hay que dar por terminado. Sin embargo, cuando nos despedimos de este mundo, si hemos sabido vivir conforme a los mandamientos del Señor, llegaremos a buen puerto, donde la pena y el dolor desaparecen y todo es sencillamente maravilloso, pues estamos en compañía del Padre.
La mejor forma de recordarme es imitando mi buen hacer, pues además del hogar que formé con Elsa, mi pasión por el arte dio sus frutos y mis obras quedan como legado. Este ha sido nuestro diálogo. De manera que procuraremos mantener viva tu memoria a partir de los aportes que has hecho a las artes visuales, al teatro y por qué no, al naciente cine dominicano que empieza a dar pasos agigantados, siendo Ángel Haché de sus principales figuras. Dios te guarde en buen lugar porque te lo mereces. Hasta siempre Ángel Haché.
