“Flor de Azúcar”, una historia de libertad, amor y justicia

Como núcleo artístico en sí –en su propuesta narrativa– tiene un templado y equitativo parecido a un cine de desarrollo de personajes y manifestación de sentimientos.

Como núcleo artístico en sí –en su propuesta narrativa– tiene un templado y equitativo parecido a un cine de desarrollo de personajes y manifestación de sentimientos.
Flor de Azúcar inicia con un crimen tal cual el cuento de Juan Bosch, La Nochebuena de Encarnación Mendoza, para luego pasar a estampas del drama de una familia campesina dominicana a la que le llega su momento de ser tocada por la soldadesca trujillista, en contrapunto introduce el drama migratorio haitiano. Así, los planos argumentales de construcción de situaciones y personajes no se apartan de la sujeción a replicar sentidos, emociones y retratos a ser vehiculados en ceremoniales escenas que aspiran a ser pujantes y positivistas.

En ese sentido, le sale bien el empleo del maniqueísmo, acentuadamente decimonónico. Obvia opción que busca marcar situaciones claras en las que los personajes reaccionen de un modo a explicitar comportamientos, por ejemplo, quién era Encarnación Mendoza, su vida y de qué vivía. Es una táctica difícil y arriesgada porque compromete el ritmo, algo que tiende a obstaculizar el interés del espectador y, asimismo, estorba el logro de llegar a desenlaces precisos y claros en los que los significados y símbolos utilizados lleguen a impactar.

Es lógica que si tienes muchos elementos argumentales vas a dividir la atención y el ritmo se romperá. Pero esa es la elección del guionista y director que quiso plantearse concluyentes eventos en una combinación cerrada y sin consentir circunstancias acéfalas que no fueran de su elección, aunque el resultado tiene esas situaciones mutiladas, y luce muchos elementos para desarrollar conflictos, lo que se advierte en las apasionadas actuaciones. Destaca sí, esa mirada humana del director que conjuga en un contrapunto de la belleza exuberante de paisajes ante historias trágicas de familias dominicanas y haitianas. Así cuestiona que en una isla paradisiaca del Caribe los pueblos de Haití y RD vivan en una inquebrantable tragedia víctimas de execrables gobiernos y esquemas socioeconómicos infernales. Es perentorio destacar las invocaciones de orientación cristiana que en algunos momentos resultan panfletarias por los inconvenientes que observan al aislar a los personajes. Son tipos de registros ideológicos tutelados que diluyen la buena marcha del lenguaje cinematográfico, como ocurre en el cine de propaganda política sea de derecha o de izquierda. Aplausos para la cinematografía elegante de Claudio Chea.

Un defensor del cine de autor

Los que han tenido la oportunidad de hacer cine de autor, como el director de Flor de Azúcar, Fernando Báez, coinciden en experimentar un hermoso sentimiento de libertad creativa en este género.

Es por eso que asegura que los que hacen cine comercial se enfocan en un solo objetivo: “venta de taquillas, llevar la mayor cantidad de personas a las salas utilizando cualquier tipo de recurso, muchas veces sin medir las consecuencias. Muchas veces no depara en forma, contenido ni calidad”.

En ese sentido, Báez se resiste a creer que la comedia sea el género que sostenga al cine dominicano. “Esto sin desmeritar el género mismo, ni dejar de reconocer que han sido las películas más exitosas en la taquilla dominicana. Sin embargo me pregunto, qué pasaría si los inversionistas se tomaran el riesgo de hacer sus aportes al desarrollo de un cine de mayor calidad y contenido como parte de un ejercicio de educar al público a disfrutar del buen cine. Insisto, esto no implica que el género comedia tenga que desaparecer, pues sería injusto y además inapropiado para el desarrollo de una industria cinematografica saludable, a lo que en realidad nos referimos, es a la dramática inclinación de los recursos de los incentivos destinados al genero de la comedia vs al cine de autor”, expresó a elCaribe.

Una adptación del cuento de Juan Bosch

“Los que conocemos el cuento original ‘La Nochebuena de Encarnación Mendoza’, coincidimos que entre los grandes atributos literarios que el autor (Juan Bosch) exhibe en el cuento, como su narrativa, las estampas folklóricas, el detalle en las descripciones de los personajes y sus sensaciones, hay un crudo y macabro relato. Uno de los finales más espeluznantes que hayamos leído”, indica Fernando Báez, tras asegurar que su película es una historia de libertad, amor y justicia. En el guión de Flor de Azúcar, repite su tendencia como escritor de guiones multiargumentales, lo que le da licencia para pasearse “en una línea de tiempo donde voy y vengo a mi antojo”. “Como la atrevida técnica de comenzar por el final”, sostiene.  

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