Esporádicamente el profesor Giovanni Di Pietro, un voraz lector de novelas dominicanas nacido en Canadá pero de origen italiano, publica sus apreciaciones sobre la narrativa criolla en un estilo que se hace prácticamente imposible de establecer como género, ya que no califica como crítica literaria y ni siquiera se acerca a lo que conocemos como crónicas de libros en el quehacer periodístico local e internacional.
Los escritos de Di Pietro revelan una profunda contradicción en la personalidad del propio autor. De manera caprichosa, sin rigor metodológico ni marco de referencias, el profesor canadiense descalifica a la mayoría de los narradores criollos, y entre las cosas que asegura se destaca que sus obras ni siquiera califican para ser llamadas novelas, pero el mismo libro donde aparecen sus opiniones, titulado Bestiario dominicano, trae como subtítulo: Últimas lecturas de novelas dominicanas, 2012-2016.
De la novela Los dueños de la memoria, de Don Marcio Veloz Maggiolo, dice que “está compuesta por un enorme enredo”, que por eso “resumir su trama se hace muy cuesta arriba”. De igual manera se refiere al “discurso enredado” que según dice observa en la novela El sueño de Juliansón, basada en mitos de la cultura aborigen.
Una investigación extraliteraria podría arrojar luz al fenómeno de que un “crítico” dedique tanto tiempo a leer y escribir sobre libros que, como en el caso de Las estatuas derribadas, de Diógenes Valdez, lo defina textualmente como “ese mamotreto que tenemos entre manos”.
Deduzca usted, si esas son las expresiones con que este señor se refiere a dos modelos de consagración literaria, qué puede esperarle a los otros más jóvenes o de menor tradición como Emilia Pereyra, Arnaldo Espaillat, Pedro Antonio Valdez, René Rodríguez Soriano, Manuel Salvador Gautier, José Acosta, Virgilio López Anzuán y William Mejía, por solo mencionar algunos.
El autor del Bestiario ve una involución en la novelística dominicana actual. ¡Qué osada es la ignorancia!
