En un calendario “brujo”, al decir de los lectores dominicanos, arrancó la Décimo Novena Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016, con la promesa del nuevo Ministro de Cultura Pedro Vergés de que viene con un novedoso programa de proyectos para renovar el sector, tan infravalorado como excluido en el proceso de desarrollo económico, social y científico que vive el país.
Lo de “brujo” viene a cuento porque desde sus inicios, antes de que tuviera categoría internacional, la Feria del Libro se celebraba en abril, en honor a Miguel Cervantes y William Shaskespeare, genios de las letras universales, quienes según la tradición expiraron el 23 de ese mes del 1616. La fecha del fallecimiento del escritor castellano fue certificada por el licenciado Francisco Núñez, a quien nombrara albacea junto a quien desde entonces fuera su viuda.
Habría que esperar, entre los proyectos del nuevo ministro Vergés, que devuelva la Feria para su mes original, de manera que siga coincidiendo con la efemérides que recuerda a los autores de El Quijote, Novelas Ejemplares, Hamlet y Romeo y Julieta, por quienes españoles e ingleses tienen sobrados motivos para sentirse orgullosos.
Una Feria del Libro en la presente época conduce necesariamente a una reflexión sobre el papel que ha desempeñado esa maravillosa herramienta de la cultura en la evolución de la Humanidad, desde que tuviera sus orígenes en la escritura rupestre, las tablas de piedra como las de los Diez Mandamientos, el papiro, los pergaminos de cuero y la imprenta de Gutenberg, hasta llegar a los revolucionarios recursos de la informática. Pero el libro, la lectura en general, constituyen instrumentos y mecanismos de entendimiento, crecimiento, desarrollo, paz y tolerancia. Fue lo que interpretó el Nobel peruano Mario Vargas Llosa al recibir el Premio Pedro Henríquez Ureña, pese a declaraciones suyas contra la política migratoria dominicana. Éxitos pues al amigo Vergés en sus proyectos culturales. Aguardamos por los resultados.
