¡Dios hazme blanca!, de Altagracia Cabrera

Un tema polémico y controversial, proclive a conducir a serias contradicciones, es el que aborda la periodista Altagracia Cabrera en su novela testimonial ¡Dios hazme Blanca! Rogaba la Niña Negra, donde describe vivencias infantiles y juveniles de&#823

Un tema polémico y controversial, proclive a conducir a serias contradicciones, es el que aborda la periodista Altagracia Cabrera en su novela testimonial ¡Dios hazme Blanca! Rogaba la Niña Negra, donde describe vivencias infantiles y juveniles de ataques originados en el más hiriente prejuicio racial dominicano.Contrario a lo ocurrido en sociedades como la estadounidense, en las que los ataques por asunto de la pigmentación de la piel han sido enfrentados como un problema real, en República Dominicana al fenómeno se le ha dado de soslayo hasta el punto que ni el sistema educativo ni las legislaciones sobre la igualdad ciudadana consagrada en la Constitución han delimitado un enfoque particular que dé respuesta a una cuestión arraigada culturalmente desde los mismos orígenes de la Nación.

Tal vez por la indiferencia con que la educación dominicana ha tratado el prejuicio racial, Tati, la niña protagonista, percibe el mundo escolar como “el primer antro de corrupción que le toca pisar al individuo”, lugar donde se conjugan, además de los verbos, “la formación y deformación de cualquier ente social”.

La niña negra le pide a Dios que la haga blanca como fórmula exclusiva para dejar de sufrir eso que la posmodernidad denomina con el anglicismo de bullyng, pero que no es más que la burla y el acoso de siempre que sufren los sujetos en condiciones de vulnerabilidad por parte de los que se encuentran en situaciones privilegiadas.

Antes que tratar de corregir lo que está mal, la enseñanza, las congregaciones religiosas y hasta los medios de comunicación lo que hacen es consolidar la aberración denunciada por la autora.

Lo que luce contradictorio es que Cabrera concluye en que la solución está en que la víctima se combata a sí misma para vencer el prejuicio, y que “el verdadero color del ser humano sale desde sus adentros”, expresión ésta muy coincidente con el discurso anteriormente criticado.

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