Julio Cortázar: El tesoro de la juventud

Un crítico o lector desprevenido considera que “El tesoro de la juventud” es un texto en el que Julio Cortázar “rinde homenaje a una enciclopedia” homónima “que pasó por sus manos en su niñez”, pero Cortázar tenía un sentido crítico&#8

Un crítico o lector desprevenido considera que “El tesoro de la juventud” es un texto en el que Julio Cortázar “rinde homenaje a una enciclopedia” homónima “que pasó por sus manos en su niñez”, pero Cortázar tenía un sentido crítico de la realidad demasiado afilado como para cometer esta ingenuidad.
La dichosa “enciclopedia de conocimientos” (“El maravilloso mundo de ‘El Tesoro de la Juventud”… “una enciclopedia para niños”), circulaba por el mundo hispánico en su versión argentina desde 1915 y cautivó a miles de lectores porque la obra es cautivante, veinte tomos de cautivantes lecturas, pero es también una obra envenenada, venenosa, que destila un sutil y a veces no tan sutil racismo, segregacionismo, colonialismo, belicismo. Es, en muchos sentidos un destilado, un concentrado de la ideología dominante de la época en lo que concierne a la interpretación de la historia y el progreso, la cultura, las razones y sinrazones del atraso, la esclavitud, la pobreza… Es y no es un cuento para niños, un cuento para formar desinformando.

Para el crítico o lector desprevenido “El objetivo de esta obra es descubrir la forma en que se elaboró una mirada confiada y optimista de la humanidad, logrando captar con ello el asombro de los niños a través de los admirables avances científicos, las maravillas de la naturaleza y los avances que la creatividad humana había sido capaz de alcanzar”. Un himno al progreso.

El crítico o lector desprevenido toma al pie de la letra las palabras de Cortázar y explica que su texto trata “sobre la naturaleza desagradecida de los niños, que no se preguntan el origen y el desarrollo de tantos inventos que reciben” (“…vuelven de la escuela, aprietan un botón y se sientan a ver el teledrama del día, sin ocurrírseles pensar un solo instante en esa maravilla tecnológica que representa la televisión”). Sin embargo el texto de Cortázar es todo lo contrario a un himno al progreso. Cortázar sabía que a menudo se progresa al revés, que no todas las innovaciones tecnológicas y científicas reportan beneficio a la humanidad, que hay un abismo entre progreso científico o tecnológico y desarrollo humano. El renacimiento y la revolución industrial fueron etapas de grandes realizaciones y también de grandes horrores. El progreso de la física trajo aparejada la división del átomo por medios artificiales, una división en la que cuatro entre dos es igual a cero.

Cortázar demuestra, o se demuestra ingenuamente, irónicamente convencido, de que primero se inventó el “jet” y luego “los aviones de hélice”. Los barcos de vapor y el ferrocarril vinieron posteriormente y fueron superiores a ambos, ya que “por primera vez, y gracias a ellos, se logró la conquista extraordinaria de viajar al nivel del suelo, con el inapreciable margen de seguridad que ello representaba”. Más adelante “El peligro de incendios, tan frecuente en alta mar, incitó a los ingenieros a encontrar un sistema más seguro: así fueron naciendo la navegación a vela y más tarde (aunque la cronología no es segura) el remo como el medio más aventajado para propulsar las naves”… En fin, que en materia de transporte, jura Cortázar, “Peatones y nadadores constituyen … el coronamiento de la pirámide científica”.

Cortázar estaba consciente de que muchas veces marchamos hacia atrás, muchas veces avanzamos, siempre podemos avanzar hacia el pasado.

El tesoro de la juventud

Los niños son por naturaleza desagradecidos, cosa comprensible puesto que no hacen más que imitar a sus amantes padres; así los de ahora vuelven de la escuela, aprietan un botón y se sientan a ver el teledrama del día, sin ocurrírseles pensar un solo instante en esa maravilla tecnológica que representa la televisión. Por eso no será inútil insistir ante los párvulos en la historia del progreso científico, aprovechando la primera ocasión favorable, digamos el paso de un estrepitoso avión a reacción, a fin de mostrar a los jóvenes los admirables resultados del esfuerzo humano.

El empleo del “jet” es una de las mejores pruebas. Cualquiera sabe, aún sin haber viajado en ellos, lo que representan los aviones modernos: velocidad, silencio en la cabina, estabilidad, radio de acción.

Pero la ciencia es por antonomasia una búsqueda sin término, y los “jets” no han tardado en quedar atrás, superados por nuevas y más portentosas muestras del ingenio humano. Con todos sus adelantos esos aviones tenían numerosas desventajas, hasta el día que fueron sustituidos por los aviones de hélice. Esta conquista representó un importante progreso, pues al volar a poca velocidad y altura el piloto tenía mayores posibilidades de fijar el rumbo y de efectuar en buenas condiciones de seguridad las maniobras de despegue y aterrizaje. No obstante, los técnicos siguieron trabajando en busca de nuevos medios de comunicación aún más aventajados, y así dieron a conocer con breve intervalo dos descubrimientos capitales: nos referimos a los barcos de vapor y al ferrocarril. Por primera vez, y gracias a ellos, se logró la conquista extraordinaria de viajar al nivel del suelo, con el inapreciable margen de seguridad que ello representaba.

Sigamos paralelamente la evolución de estas técnicas, comenzando por la navegación marítima. El peligro de incendios, tan frecuente en alta mar, incitó a los ingenieros a encontrar un sistema más seguro: así fueron naciendo la navegación a vela y más tarde (aunque la cronología no es segura) el remo como el medio más aventajado para propulsar las naves.

Este progreso era considerable, pero los naufragios se repetían de tiempo en tiempo por razones diversas, hasta que los adelantos técnicos proporcionaron un método seguro y perfeccionado para desplazarse en el agua. Nos referimos por supuesto a la natación, más allá de la cual no parece haber progreso posible, aunque desde luego la ciencia es pródiga en sorpresas.

Por lo que toca a los ferrocarriles, su ventajas eran notorias con relación a los aviones, pero a su turno fueron superados por las diligencias, vehículos que no contaminaban el aire con el humo del petróleo o el carbón, y que permitían admirar las bellezas del paisaje y el vigor de los caballos de tiro. La bicicleta, medio de transporte altamente científico, se sitúa históricamente entre la diligencia y el ferrocarril, sin que pueda definirse exactamente el momento de su aparición. Se sabe en cambio, y ello constituye el último eslabón del progreso, que la incomodidad innegable de las diligencias aguzó el ingenio humano a tal punto que no tardó en inventarse un medio de transporte incomparable, el de andar a pie. Peatones y nadadores constituyen así el coronamiento de la pirámide científica, como cabe comprobar en cualquier playa cuando se ve a los paseantes del malecón que a su vez observan complacidos las evoluciones de los bañistas. Quizás sea por eso que hay tanta gente en las playas, puesto que los progresos de la técnica, aunque ignorados por muchos niños, terminan siendo aclamados por la humanidad entera, sobre todo en la época de vacaciones pagadas. (Julio Cortázar, de la obra “Último Round”).

Cortázar –como ya se dijo y se repite– estaba consciente de que muchas veces marchamos hacia atrás, muchas veces avanzamos, siempre podemos avanzar hacia el pasado.

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