¿Todos metidos en drogas?

Hace días platicaba con un joven de Santiago y confieso que me quedé pasmado con lo que me comentó. “Pedro, doy gracias a Dios que trabajo y estudio, a diferencia de todos los que se criaron conmigo, que ahora están metidos en droga”. Le pregunté

Hace días platicaba con un joven de Santiago y confieso que me quedé pasmado con lo que me comentó. “Pedro, doy gracias a Dios que trabajo y estudio, a diferencia de todos los que se criaron conmigo, que ahora están metidos en droga”. Le pregunté que si ese “todos” significaba “todos” y me contestó que sí.

Supuse que era un hecho aislado, pero no. Cuando cuestioné a otras personas de comunidades distintas y de diferentes estratos sociales, la respuesta fue la misma: “La droga está en todas partes”. Incluso, me mencionaron calles y esquinas que yo conocía las cuales estaban cundidas de puntos de drogas, y yo sin percatarme de nada.

¡Ay! Ya debemos ser prudentes hasta para saludar al nuevo vecino, que nadie sabe qué hace o de qué vive. ¡Ay! Ya dejamos de ser graciosos con todo el mundo, cuando antes intimábamos con los primeros que encontrábamos como si nos conociéramos de antaño.
¡Ay! Ya hasta la hospitalidad que nos caracterizaba se esfumó. ¡Ay! Ya nuestra libertad de tránsito está limitada, pues los espacios de seguridad cada vez son más escasos.

Muchos despertamos algo tarde, quizás porque era preferible para el espíritu vivir y morir soñando con lo noble y con un porvenir de esperanza que abrir los ojos para encontrarnos con una cruda realidad de drogas, violencia, narcotráfico y temores.

La droga está relacionada con la mayoría de los crímenes y delitos que nos azotan. El narcotráfico tiñe de sangre nuestros barrios, en especial, el microtráfico, donde mozalbetes asesinan y roban a cualquiera, todo por “dos cheles”, para de inmediato comprar drogas. El sicariato también es parte cotidiana de este lamentable escenario. Lo que ocurre se nos está escapando de las manos. No exagero.

Es frecuente que las autoridades anuncien el hallazgo de drogas, haciendo su labor, con el agravante de que ya no somos simple puente para los Estados Unidos y Europa, pues parte de esa droga se queda aquí, se vende entre nosotros.

Naturalmente, es en los países desarrollados donde más la consumen, por lo que son ellos los que deben poner más de su parte para enfrentar ese mal, y antes de denunciar a otras naciones deben revisarse, pues los puentes en sí mismos no son la causa de ese cáncer social, ya que la enfermedad radica, en esencia, en el destino final de las viles sustancias.

Con estas palabras no pretendo llover sobre mojado. Debemos preocuparnos y ocuparnos del problema de las drogas, antes de que nos arrope de pies a cabeza sin darnos cuenta. Ojalá nuestro entorno no se parezca al del joven estudiante de la conversación, y de ser así, no nos quedemos indiferentes.

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