Enriquillo Sánchez, eterno

Los escritos de Enriquillo Sánchez encandilan desde la primera lectura y, como toda buena prosa, no sabemos a ciencia cierta cómo lo hace. Simplemente nos atrapa desprevenidos, como la fiera escondida tras los matorrales que le da el zarpazo mortal&#823

Los escritos de Enriquillo Sánchez encandilan desde la primera lectura y, como toda buena prosa, no sabemos a ciencia cierta cómo lo hace. Simplemente nos atrapa desprevenidos, como la fiera escondida tras los matorrales que le da el zarpazo mortal a la juguetona gacela. Y al atraparnos nos retuerce el pescuezo y, repito, ni cuenta nos damos.

Su prosa tenía la apariencia de la sencillez donde no se notaba la profundidad de la construcción verbal. Poseía, además, una fulminante plasticidad y un enorme poder descriptivo y de síntesis, que nos hacía ver en una imagen, en un párrafo o en unas pocas palabras, toda la profundidad cultural occidental o la inigualable belleza del atardecer caribeño visto luego de unas copas en cualquier colmado o barrita capitalino que, si se respeta, debe estar en una esquina, desde la cual ver pasar a la morena de indecibles atributos.

Sus textos para la prensa, desde “Palotes”, en la revista Ahora en la década del 70, hasta sus “Para uso oficial solamente”, en los años 90, eran pequeños poemas en prosa –o prosa poética-, que nos sacaban la lengua y nos hacían el guiño de parecer perfectos. Contenían juicios certeros y originales sobre García Márquez, Borges, Neruda, Vargas Llosa, Lezama Lima, Carpentier, Althuser, Jaeger, Paz, Sócrates, Platón, Whitman, Don Quijote, las ideologías más diversas, los sistemas económicos más disímiles, el Che, Fidel, Marx, Maiakovski, Víctor Hugo, Bretón, combinado con Bosch, Balaguer, Del Risco, Suro, Del Cabral, Mir, Fernández Spencer, Henríquez Ureña, Incháustegui Cabral, Mieses Burgos, Moreno Jiménez y Hernández Franco, en una lista casi interminable, infinita.

Ahora, lo extraordinario era ver en un mismo texto, de lo más natural y sin inmutarnos, a cualquiera de estos autores o ideología, junto a “las sabrosísimas gracias de Cuca la Tuerta”, la vocinglería intransitable de la Duarte con París o el jolgorio de un cerveza en Ciudad Nueva luego de una capicúa.

Sobre su “práctica intelectual” citamos un artículo que publicó en “El Siglo”, el 29 de diciembre de 1989, titulado: “Discurso de año nuevo”: “La práctica intelectual es hedónica, gozosa, juguetona. Nunca fue más delicioso el juego propuesto a los intelectuales y a los escritores. También hay placer –porque hay valentía- en el desgarramiento sistemático. Sólo hay compromiso con la lucidez y con el juego, con la creación y con la audacia, con la crítica radical y con la indispensable generosidad, que es la esencia misma de unos hombres que, al trabajar con la lengua, trabajan con todos los hombres”.

Fue un hombre generoso, íntegro. Un intelectual de cabo a rabo que escogió su trinchera y se convirtió en un fino orfebre de las palabras. Hacía, como el Coronel, pescaditos de oro con ellas. Y fue novelista –“Musiquito. Anales de un déspota y un bolerista”-, y fue cuentista pero, sobre todo, fue poeta. “Bojear. Poesía reunida”, ediciones Ferilibro 2012, las reúne.

“Estuve en tu seno como una fiera
|muda. // Estuve en tu seno como un
ángel hambriento”.
Vale siempre la pena releerlo. l

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