El lamentable cambalache dominicano

La canción Cambalache la popularizó en nuestro país Joan Manuel Serrat. Es un tango argentino compuesto en 1934 por Enrique Santos Discépolo para la película El alma del bandoneón. Su contenido no pierde vigencia, sobre todo en sociedades donde&#823

La canción Cambalache la popularizó en nuestro país Joan Manuel Serrat. Es un tango argentino compuesto en 1934 por Enrique Santos Discépolo para la película El alma del bandoneón. Su contenido no pierde vigencia, sobre todo en sociedades donde la confusión es tan grande, que en ocasiones se confunden los buenos con los malos.

Nuestras leyes son apenas referencias teóricas, formalismos jurídicos de la cultura occidental. Para nosotros ser héroe o villano es asunto de percepción y de coyunturas. Un delincuente, en un santiamén, se convierte en paradigma a seguir, con loas por doquier; mientras que un servidor de la comunidad pasa desapercibido, sin un discreto aplauso a su loable misión.

Y no nos quedamos ahí. El que carece de sanas intenciones se “limpia y libera” con facilidad, basta que tenga recursos y los sepa usar con cierta inteligencia; pero el que cumple su deber y es responsable, está en la mira de los aviones de guerra y con la pifia más insignificante intentan destruirlo.

Los pasos desviados del camino correcto dejan huellas claras, y pocos anhelan verlas, quizás para evitar choques con los muchos que las siguen gustosos y hasta con naturalidad. Y para colmo, los cómplices de lo indebido no se esconden, al contrario, se exponen en los escaparates de las tiendas a la espera de clientes que los puedan adquirir. Y a veces la fila es larga en el negocio.

El contagio es general, traspasa colores partidistas, razas, religión y posición social o económica. Esta enfermedad moral tampoco respeta las conciencias de estudiados o de analfabetos, pues cualquiera la padece.

En el campo político, por ejemplo, los desalmados, el día de las elecciones, buscaban hasta debajo de las camas a las personas para “comprarles sus cédulas”; ya no es necesario tanto esfuerzo, ahora en plena calle muchos la ofrecen al mejor postor y la oferta suele ser ya mayor que la demanda.

En esencia, los culpables somos todos: yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos. Y termino con algunos versos de Cambalache: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ignorante, sabio, chorro/generoso, estafador/todo es igual; nada es mejor/lo mismo un burro que un gran profesor… No pienses más, échate a un lao/que a nadie importa si naciste honrao/Que es lo mismo el que labora/noche y día como un buey/que el que vive de los otros/el que mata o el que cura/o está fuera de la ley”.

Algo debemos hacer, la anomia se apodera de nosotros, independientemente de las buenas intenciones de las autoridades. Despertemos, es en serio, a menos que no nos importe el futuro de nuestra patria, lo que sería más peligroso.

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