Sin perder la cabeza

Adaptarse a los cambios, cuando estos implican tener que bajar los estándares de vida, provoca en los individuos gran conflicto. Entender que nuestras circunstancias han cambiado, ya sea por la pérdida de un empleo, un negocio que se va a la quiebra&#82

Sin perder la cabeza

A daptarse a los cambios, cuando estos implican tener que bajar los estándares de vida, provoca en los individuos gran conflicto.

Adaptarse a los cambios, cuando estos implican tener que bajar los estándares de vida, provoca en los individuos gran conflicto. Entender que nuestras circunstancias han cambiado, ya sea por la pérdida de un empleo, un negocio que se va a la quiebra o un problema de salud, como una enfermedad catastrófica, nos obliga a buscar medidas para reestructurar por completo nuestra forma de vivir hasta ese momento. Esta disyuntiva, claro está, en países como el nuestro, donde “es importante” la apariencia de lo que se tiene, se hace más difícil en virtud de que genera una especie de temor a perder lo que para muchas personas es vital. Tengo una pariente que, en forma irónica, siempre ha dicho que: “el peor insulto en nuestra sociedad es ser pobre”. Hace unos años tuve la oportunidad de vivir la experiencia de una persona que a raíz de una situación en su negocio, donde por el alza del dólar su capital casi se eliminó, tomó como medida capitalizarse con lo que tenía en esa época disponible en sus manos, su carro. Después de sopesar y entender que con este podía empezar a recapitalizarse, en tres día tuvo la oportunidad de venderlo, donde hasta sus hijos se sintieron conmovidos. Para una persona que siempre ha tenido vehículo, tomar esta decisión (cuando sabemos que el transporte público es casi imposible), aunque parezca sencillo, cuesta. Pasado año y medio, después de un plan de austeridad en la familia, donde se eliminó hasta la compra de una pizza en domingo, manejándose en taxi, “bola” y los hijos hasta en carro público, toda esta catástrofe económica se convirtió en historia pasada y, de no tener vehículo, se adquirió uno de mejor calidad. Lo que les acabo de narrar parece simple, sin embargo, conozco familias que se están manejando con gran caos, el cual provoca en los miembros de éstas todo tipo de dificultad en su cotidianidad. Todo esto porque no han aceptado que la circunstancia del momento no les permite mantenerse en la misma condición que se encuentran. Si en algunas de estas situaciones ya citadas tienes que tomar decisión de cambiar de vivienda, vehículo, colegio de tus hijos, suspender o acortar salidas innecesarias, no busques consenso de nadie y solamente acepta tu realidad. 

Posted in Edición Impresa, Por tu FamiliaEtiquetas

A daptarse a los cambios, cuando estos implican tener que bajar los estándares de vida, provoca en los individuos gran conflicto. Entender que nuestras circunstancias han cambiado, ya sea por la pérdida de un empleo, un negocio que se va a la quiebra o un problema de salud, como una enfermedad catastrófica, nos obliga a buscar medidas para reestructurar por completo nuestra forma de vivir hasta ese momento. Esta disyuntiva, claro está, en países como el nuestro, donde “es importante” la apariencia de lo que se tiene, se hace más difícil en virtud de que genera una especie de temor a perder lo que para muchas personas es vital. Tengo una pariente que, en forma irónica, siempre ha dicho que: “el peor insulto en nuestra sociedad es ser pobre”.

Hace unos años tuve la oportunidad de vivir la experiencia de una persona que a raíz de una situación en su negocio, donde por el alza del dólar su capital casi se eliminó, tomó como medida capitalizarse con lo que tenía en esa época disponible en sus manos, su carro. Después de sopesar y entender que con este podía empezar a recapitalizarse, en tres día tuvo la oportunidad de venderlo, donde hasta sus hijos se sintieron conmovidos. Para una persona que siempre ha tenido vehículo, tomar esta decisión (cuando sabemos que el transporte público es casi imposible), aunque parezca sencillo, cuesta. Pasado año y medio, después de un plan de austeridad en la familia, donde se eliminó hasta la compra de una pizza en domingo, manejándose en taxi, “bola” y los hijos hasta en carro público, toda esta catástrofe económica se convirtió en historia pasada y, de no tener vehículo, adquirió uno de mejor calidad.

Lo que les acabo de narrar parece simple, sin embargo, conozco familias que se están manejando con gran caos, el cual provoca en los miembros de la misma todo tipo de dificultad en su cotidianidad. Todo esto porque no han aceptado que la circunstancia del momento no les permite mantenerse en la misma condición que se encuentran. Si en algunas de estas situaciones ya citadas tienes que tomar decisión de cambiar de vivienda, vehículo, colegio de tus hijos, suspender o acortar salidas innecesarias, no busques consenso de nadie y solamente acepta tu realidad.

Posted in Sin categoría

Más de

Las Más leídas