Cambiarlo todo

La voluntad del gobierno para atenuar la delincuencia o alcanzar algunos resultados que permitan llevar a la ciudadanía la percepción de que mejoran los niveles de seguridad no solamente se enfrenta a la desafiante agresividad de los delincuentes.

La voluntad del gobierno para atenuar la delincuencia o alcanzar algunos resultados que permitan llevar a la ciudadanía la percepción de que mejoran los niveles de seguridad no solamente se enfrenta a la desafiante agresividad de los delincuentes.Está también la cuestionada metodología de actuar sólo cuando los hechos están consumados, sin que se advierta el desarrollo de capacidades para que la investigación preventiva sea eje de control o reducción de la actividad criminal. No se pretende que los cuerpos investigativos eviten todos los delitos, lo que sería un imposible.

Lo que se señala es que para los cuerpos represivos el éxito parece afirmarse en la “solución” de casos. Eso no está mal, pero lo que importa a la ciudadanía es que haya más seguridad. No basta que se detenga a los delincuentes, a quienes poco les importa, incluso, que les apliquen el lamentable procedimiento de los “intercambios de disparos”, en los cuales a veces caen inocentes.

Lo peor, y aquí está el quid de la cuestión, es que cada vez resultan abrumadores los indicadores que sugieren que los organismos encargados de prevenir el crimen están bajo el influjo y hasta el control de los delincuentes. Y eso es aterrador.

A medida que se profundiza en la investigación de la banda de asaltantes de John Percival Matos y compañía resulta evidente cómo la complicidad carcome las entrañas de las instituciones del sistema de seguridad.

Es común la participación de uniformados en la comisión de grandes crímenes. Se agrava con otra realidad incontrovertible de corrupción no solamente de policías en el procedimiento de aplicación de la ley, sino de agentes del Ministerio Público, lo que tampoco es nuevo, sino alarmante. Se ha llegado demasiado lejos.

No afirmamos que todo está contaminado, pero sí señalamos que los elementos que se develan son profundamente preocupantes.

El poder político que se siente aún comprometido en la lucha contra el crimen debe levantar la mirada y ver cómo reestructurar todo de nuevo.

Es impostergable cambiar todo el andamiaje de la investigación y represión de la delincuencia.

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