Una entrevista y su respuesta

El 19 de enero de 1974, Bernarda Jorge escribió una reseña periodística acerca de una entrevista que le realizara a la señora Gracita Senior de Pellerano, en ese momento directora de la Escuela Elemental de Música, que por su interés, reproducimos&#

El 19 de enero de 1974, Bernarda Jorge escribió una reseña periodística acerca de una entrevista que le realizara a la señora Gracita Senior de Pellerano, en ese momento directora de la Escuela Elemental de Música, que por su interés, reproducimos parcialmente a continuación. Esta entrevista fue la causante de una respuesta de Manuel Rueda, director del Conservatorio Nacional de Música, que también incluimos en esta página.

Doña Gracita, pianista, estuvo siempre preocupada por la enseñanza de la música en el país, y a través de los años expresó que “de poder ponerse en práctica métodos que en los más avanzados países se emplean, hay que tener en cuenta en primer lugar, que muchos de esos métodos han sido creados para la educación musical escolar”. También indicó que “se necesitaba una reforma integral, que reorientara planes y programas de estudios y contemplara la autonomía de ese centro docente”. Recalcó que uno de los problemas era el numeroso alumnado, con instalaciones precarias, y señaló que la Escuela Elemental, al igual que los demás centros de enseñanza musical del país no poseía autonomía para la elaboración de sus planes de estudios, en virtud de una ley que confería tal atribución al director del Conservatorio, agregando que esa disposición entorpecía al cuerpo docente y le impedía ir adecuando los programas a las nuevas realidades que van surgiendo de su aplicación cada año.

Las declaraciones de Senior de Pellerano provocaron la reacción de Manuel Rueda, en una carta abierta a Bernarda Jorge, cuya publicación incluimos en esta entrega.
El señor Rueda ha sido uno de los músicos más distinguidos de nuestro país, además de un destacado intelectual que incursionó ampliamente en la literatura.

La carta de Rueda:

El Caribe
2 de febrero de 1974.

Apreciada Bernardita:

En tu interesante columna de “El Caribe”, de fecha 19 de enero, he leído con sumo interés una entrevista que le haces a la directora de la Escuela Nacional de Música, señora Gracita Senior de Pellerano, y en la que se emiten juicios erróneos que es preciso rectificar.

Allí se presenta al director del Conservatorio como único responsable de los programas que se formulen a nivel elemental. Copio textualmente: “La Escuela Elemental de Música, al igual que los demás centros de enseñanza musical del país, no posee autonomía para la elaboración de sus planes de estudios en virtud de una ley que confiere tal atribución al director del Conservatorio”.

Me parece que la compañera Gracita ha olvidado en esta oportunidad los términos exactos de la Ley que lejos de dar atribuciones exclusivas al director del Conservatorio, las pone en manos de todos los directores de escuelas de música del país, quienes se han reunido periódicamente, con gran esfuerzo, para realizar estas labores. Esto lo sabe doña Gracita muy bien porque ha tomado parte en dichas reuniones. En los programas vigentes, mi contribución personal ha sido escasa y ha estado supeditada en todo momento a las necesidades y requerimientos de los directores. En una palabra, he actuado como factor estimulante y de coordinación. Una vez aprobados los programas en asamblea general, según consta en los libros donde la rúbrica de la señora de Pellerano aparece junto a la de sus compañeros, ha empezado para mí la ardua tarea de verlos aplicados a nivel nacional.

Me precio de haber llevado a cabo el asesoramiento técnico al cual estoy obligado, de manera honesta y en extremo flexible. Hace poco promoví reuniones con el personal docente de la Escuela Elemental para acoger sus reclamos referentes al programa de exámenes, reclamos que fueron aprobados, tras previa consideración.

Mi buena amiga Senior de Pellerano, a la que hay que alabar su entusiasmo en materias pedagógicas, se ha dado en soñar el sueño tan dominicano de las autonomías. Con respecto a eso pienso que la Escuela Elemental no es única y que las demás escuelas a igual nivel no deben navegar solas a capricho de las pausadas corrientes provinciales. El problema de la educación musical en el país, no ya elemental, sino general, es otro que bien sabemos todos: Problemas de capacitación técnica de profesores, de adquisición de instrumentos y materiales pedagógicos adecuados, de flexibilidad en nuestro presupuesto para enfrentar cada año las nuevas necesidades de expansión, así como para reajustar el número de profesores, por contrato, de acuerdo al número de alumnos inscritos, que en caso contrario deberá forzosamente limitarse.

En un futuro próximo estaremos abocados a que pedagogos de diversas extracciones nos maravillen con estas ideas; pero ellas han estado sobre el tapete por largo tiempo y no vamos a correr el riesgo de que nos descubran la pólvora. Hay ya demasiadas constancias de que hemos visto claro y si no se ha logrado más es por la natural inercia que caracteriza a la educación musical escolar en nuestro país. Prueba de ello son las enormes dificultades que han afrontado los programas de la Reforma en los cuales la música apenas ha logrado abrirse paso; estamos en espera, todavía, de que la Secretaría de Educación nombre la comisión estructuradora de sus programas de música, a diferentes niveles. Otra prueba aún: Bellas Artes es el único departamento que aún conserva sus sueldos en austeridad.

¿Podría hacerse más, entonces? Claro que sí, pero contando con el necesario apoyo gubernamental para dejar estructurados cambios que, inevitablemente comporten una revisión y redistribución de nuestras asignaciones presupuestales, con lo que podríamos reestructurar a fondo las instituciones que se nos han confiado.

Creo que estamos mucho más avanzados en técnicas pedagógicas que en técnicas de persuasión burocrática. Nuestro próximo paso no es saber lo que debemos hacer, sino desarrollar al máximo nuestras habilidades para convencer a nuestros superiores de que debemos hacerlo.

Como verás, el problema no es de inadvertencias ni de autonomías. No debemos pensar en términos de enseñanza pianística, sino en términos de Música, así como mayúscula. No debemos pensar en términos de región, trátese de la capital o de provincias, sino en términos de ámbito nacional. La unificación de métodos y programas es lo único que nos guía y preserva. El paso de avance debe ser dado en terreno sólido, de lo contrario provocaríamos derrumbes que terminarían por sepultarnos. De ahí la importancia de esa ley sometida al Congreso por el doctor Joaquín Balaguer, ley que ha unificado la enseñanza de la música en el país, y a la cual sus escasos opositores no restarán trascendencia.

Termino estas breves consideraciones rogándote que publiques la presente carta como un medio de edificar a tus lectores en tan apasionantes asuntos.

Tu servidor y amigo

Manuel Rueda
Director del Conservatorio
Nacional de Música.

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