Gregorio Luperón, de Radhamés Zorrilla Ozuna

Con la propuesta de que el Héroe Restaurador Gregorio Luperón sea oficialmente declarado Padre de la Segunda República, circula desde hace unos meses el ensayo titulado con su nombre escrito por el mayor general retirado Jorge Radhamés Zorrilla…

Con la propuesta de que el Héroe Restaurador Gregorio Luperón sea oficialmente declarado Padre de la Segunda República, circula desde hace unos meses el ensayo titulado con su nombre escrito por el mayor general retirado Jorge Radhamés Zorrilla Ozuna. No se trata de una biografía, aunque el trabajo está reforzado por descripciones de vivencias militares, políticas, sociales y familiares del prócer puertoplateño. Es más bien una tesis en la que se valoran las hazañas del personaje histórico que, según el autor, justificarían la declaratoria propuesta, bajo el criterio de que fue, por la idea y por la acción, el verdadero inspirador del rescate de la nacionalidad en su enfrentamiento contra la Anexión a España, materializada por el traidor Pedro Santana en el año de 1861.

Una lectura exhaustiva del libro Gregorio Luperón: Padre de la Segunda República, podría conducir al lector a pensar que el ilustre militar y político, fallecido a los 58 años el 21 de mayo de 1897, merece un reconocimiento aún más sonoro que el que sugiere Zorrilla Ozuna. Ocurre que Luperón no fue solo un gran patriota dominicano, sino que encabezó un movimiento internacionalista que buscaba la integración de las Antillas con una hermandad de naciones, política, económica y culturalmente unidas en procura del progreso material y espiritual.

La investigación, prologada por Efraín Castillo, no resta méritos a otros patriotas con el objetivo de resaltar la figura de Luperón. En la misma se observa un marcado esfuerzo para que su personalidad egregia se destaque en correspondencia con lo que fue su obra en los angustiantes momentos que significaron la lucha por crear una república en medio de la voracidad imperial que buscaba engullirse los empobrecidos y pequeños países antillanos, donde siempre tuvieron sus lacayos muy bien remunerados.

Tomar a Luperón como ejemplo político y ciudadano debería inspirar a la gente de hoy que lea este libro, retrato de un hombre superior.

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