Niños de nuevo

Como es sabido por el mundo, Jesús, el hijo de Dios, vivió en la tierra por 33 años. Durante ese tiempo, específicamente después de los 30, comenzó lo que la religiosidad denomina su ministerio. Es decir, que Jesús predicó a la humanidad las&#8230

Niños de nuevo

C uando estamos pequeños, nuestros padres nos cuidan y protegen. Sus vidas dejan de ser la misma desde el día que se convierten en padres. Desde el primer día de nuestras vidas, están ahí, alimentándonos, cuidándonos del frío, proporcionándonos&#

Como es sabido por el mundo, Jesús, el hijo de Dios, vivió en la tierra por 33 años. Durante ese tiempo, específicamente después de los 30, comenzó lo que la religiosidad denomina su ministerio. Es decir, que Jesús predicó a la humanidad las palabras y enseñanzas de su padre.

En uno de sus recorridos, unos hombres le preguntaron al maestro, cómo podía una persona entrar al Reino de los Cielos; a esta pregunta él dijo: “En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. En aquel entonces, debió ser muy difícil entender las palabras del Nazareno, por lo que este debió explicarles lo que con aquella expresión les quiso decir.

Volver a ser niños es volver a la edad de la inocencia, al tiempo en el que solo se espera amor, protección y comprensión.

Es retornar a ese tiempo en el cual no vemos la maldad, ni la falsedad, no sabemos mentir y creemos todo lo que nos dicen.

Es la época en la cual solo lloramos por necesidades como alimento, abrigo o algún malestar corporal. Nuestra alma, nuestros sentimientos no han sido tocados por la maldad humana y por lo tanto, no saben de recelos, ni resentimientos.

Un encanto natural, una actitud positiva frente a la vida y un gran atractivo, poseen las personas que mantienen vivo dentro de sí, el niño interior. Ese pequeño juguetón y travieso que los hace ver el mundo como un mejor lugar ya que solo se interesan por las mejores cualidades de las personas.

Los niños son puros de corazón, dan y esperan solo cosas buenas, saludan con una sonrisa amplia y sincera. No callan nada, pero no tienen problemas, pues sus palabras y ocurrencias no lastiman, más bien generan carcajadas.

Físicamente, volver a ser niños es imposible. Impensable. Pero no lo es, limpiar el alma y el corazón de malos sentimientos, de recelos, de odios y rencores. Tampoco es imposible sacar de lo más profundo aquellas cargas emocionales que acciones de otros han depositado en nuestro interior y nos han robado la paz. Cargas, que con el paso de los años nos endurecen el alma y nos llevan a cometer acciones que, a la larga, solo nos afectan a nosotros mismos.

Limpiar nuestro interior, olvidarlo todo, solo ver lo bueno y atraer lo que nos hace felices, eso es volver a nacer, es ser niño de nuevo. l

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C uando estamos pequeños, nuestros padres nos cuidan y protegen. Sus vidas dejan de ser la misma desde el día que se convierten en padres. Desde el primer día de nuestras vidas, están ahí, alimentándonos, cuidándonos del frío, proporcionándonos seguridad, ya que como criaturas indefensas y necesitamos de ellos para sobrevivir.

Un infante no podría sobrevivir solo por más de 48 horas de vida, no importa lo saludable que nazca. Su madre es vital para alimentarlo, asearlo, abrigarlo, prevenirle enfermedades y, sobre todo, amarlo y mimarlo, que es el alimento espiritual que le asegurará estabilidad emocional.

Aun después de algunos años, cuando ese niño ya camina, habla, puede pedir lo que quiere y decir lo que tiene, los padres siguen siendo su apoyo, su refugio, sus protectores y proveedores.

En verdad la presencia de los padres siempre es necesaria e importante, aunque algunos, cuando se sienten realizados, maduros, afianzados en la vida profesional y personalmente, sienten que ni el nido paterno, ni sus progenitores tienen nada que ver con ellos.

Para otros, el consejo sabio de sus padres es una fuente vital para vivir y tomar decisiones importantes, ya no son papá y mamá un apoyo económico, pero su experiencia es de gran ayuda.

Sin embargo, el paso del tiempo, ese mismo durante el cual los hijos crecen y se vuelven adultos, va deteriorando la capacidad física y a veces mental de nuestros padres y abuelos. Por esas cosas de la vida, ahora son ellos los que no podrían pasar más de 48 horas sin atención, cuidado y alimentación adecuadas.

Por esa extraña e inexplicable ley de la vida, la misma indefensión de nuestra infancia, retorna a nosotros, con más intensidad, cuando envejecemos. Al llegar a ancianos se vuelve a ser como niños, aunque muchos no se detengan a pensarlo; como los niños, vuelven a la inocencia; como niños son felices con lo mínimo, desean y demandan atención, les gusta ser oídos, tomados en cuenta.

A ellos les aburre la rutina, se entristecen cuando todos en la casa parecen estar muy ocupados para prestarles atención. A veces solo quieren escuchar un “te quiero”, que por falta de tiempo no escuchan jamás. Tienen mil cosas por decir, pero cuando intentan conversar, la prisa y las obligaciones de sus seres queridos no les dan tiempo de abrir la boca. l

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