Ante las injusticias de la Justicia

La enciclopedia dice: “Juez es la autoridad pública que sirve en un tribunal de justicia, que se encuentra investido de la potestad jurisdiccional para aplicar la ley y las demás normas jurídicas” Continúa: “…se caracteriza a la persona…

La enciclopedia dice: “Juez es la autoridad pública que sirve en un tribunal de justicia, que se encuentra investido de la potestad jurisdiccional para aplicar la ley y las demás normas jurídicas” Continúa: “…se caracteriza a la persona que resuelve una controversia o que decide el destino de un imputado, tomando en cuenta las evidencias o pruebas presentadas en un juicio, administrando justicia.

El juez no es jurídicamente un ser humano, sino un órgano judicial compuesto por personas físicas…” Un juez o jueza, representa poder extremo sobre el individuo, las cosas y el Derecho. Se le supone experiencia, destreza, capacidad, sensibilidad, pero más que nada, un marcado equilibrio en su capacidad para juzgar y decidir. En el sistema de Estados Unidos, aunque el fin es el mismo, difiere la base jurídica en que sustentan sus decisiones.

El público criollo, que ve los juicios en películas, supone que nuestro sistema judicial se asemeja al gringo y que los procesos son similares y nada más distante. No es cuestión de base distinta, si no como expresión de la esencia de una sociedad toda. Como en la iglesia, en “la guardia”, en la enseñanza elemental y superior, y en todos los estamentos de cualquier sociedad, hay muy buenos, malos y malísimos. Entre los jueces los hay que nos llenan de orgullo, por sapiencia, equilibrio, independencia, valentía, capacidad y humanidad. En ello, la vocación, la formación de hogar y principios, sus valores como base fundamental del conocimiento.

Al juez se le supone independencia de criterios y libertad para dictar sentencias. Cuando es árbitro, se trata de partes e intereses, y cuando a imputados se refiere, se trata de individuos, personas, gente y se decide sobre su vida y destino. Nuestro amado César Estrella Sahdalá, abogado de ejercicio por demás, expresaba que los jueces en su formación, deberían pasar una estadía en la cárcel, para entender al infierno a donde envían un hombre inocente o de dudosa culpabilidad. Un principio jurídico dice “es preferible dejar libre a un culpable, que condenar a un inocente”, pero cuántos hay en nuestros calabozos en esas circunstancias.

El ciudadano común está ajeno a lo que implica el que lo involucren en temas de justicia, y peor si se trata de asuntos relacionados con la Ley 50-88 sobre Drogas. Cuando el juez supedita sus decisiones al temor al poder, sea político, económico o más que nada de instituciones extranjeras, podrá imponer voluntades, pero jamás impartir justicia. La falta de justicia o la negación de ella no radica solo en las resoluciones ni sentencias; basta saber, la lentitud sistémica, donde los pasos siguientes dependen de la celeridad con que el juez se exprese, como si poco le importase las condiciones infrahumanas a que está sometido un prevenido o uno que espera ser juzgado para tener la oportunidad de mostrar su inocencia. Sentimos que “el preso, no’e gente”. l

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