¿Se puede confiar?

¿Satisfizo el presidente Danilo Medina las expectativas de los dominicanos con su discurso de rendición de cuentas? Sólo una encuesta podría determinarlo con propiedad. Mientras tanto, corresponde analizar el contenido de la pieza, y hasta el lenguaje

¿Satisfizo el presidente Danilo Medina las expectativas de los dominicanos con su discurso de rendición de cuentas? Sólo una encuesta podría determinarlo con propiedad. Mientras tanto, corresponde analizar el contenido de la pieza, y hasta el lenguaje corporal del expositor. El presidente habló con una certidumbre total acerca de las expectativas de la población. El introito lo dijo todo: Odebrecht. Prometió que abordaría el espinoso tema, pero primero el cumplimiento del mandato constitucional: la rendición de cuentas.

Su satisfacción acerca de lo realizado fue evidente. Fue el colchón para lo que vendría después. Los resultados son halagüeños, liderados por el desempeño económico positivo en medio de una tendencia negativa en los más importantes países del continente. Y por ahí, todo lo que haya podido ser asertivo, empezando por la necesidad de mejoría del salario e invitando al sector privado a mejorarlo.

El anuncio de ajuste salarial de más de 100% para los policías y militares lo avaló para pedir lo mismo a los empresarios. El resto fue un recorrido por los diferentes programas sociales, con énfasis en la salud, la educación, el combate de la pobreza e infraestructura.

Era ineludible hablar de Odebrecht. Pareció convincente cuando reveló su empeño para que se conozca toda la verdad. Y su decidido apoyo a la Procuraduría para que cumpla su fin: “no habrá vacas sagradas”.

Ante la indignación popular por los más recientes casos de corrupción, que vinieron a saturar el ya caldeado ambiente por los sobornos de Odebrecht, el presidente fue perceptivo. Se declaró del mismo lado del pueblo en la lucha por la transparencia y contra la impunidad. Y comprometió acciones dentro del marco de la ley y la institucionalidad. Nada que implique el caos bajo la presión de la calle. Hará cuanto le corresponde como jefe de Estado.

En el centro de todo Punta Catalina. Fue categórico en que la obra no se detendrá. Su terminación equivale a la liberación de las garras de quienes se oponen al proyecto, que son los mismos que se reparten millonarias ganancias cada año en un mercado de 600 millones de dólares.

El presidente fue claro. Hizo un buen discurso, en el cual se puede confiar.

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