Miente, miente, que algo queda

Los que leímos el artículo de la semana pasada de Andrés Dauhajre hijo, sobre el “Paraíso Fiscal”, no sólo cuestionamos las cifras sino que luego de leer algunos artículos de políticos, parecería ser que es una campaña para debilitar…

Los que leímos el artículo de la semana pasada de Andrés Dauhajre hijo, sobre el “Paraíso Fiscal”, no sólo cuestionamos las cifras sino que luego de leer algunos artículos de políticos, parecería ser que es una campaña para debilitar la imagen del empresariado, presentándonos a todos como evasores.

Si alguien conoce los métodos de evasión es precisamente el articulista de referencia, ya que afirma “esto lo afirmo yo la más rampante, descarada y vergonzosa evasión fiscal de toda América Latina y el Caribe”. Sin embargo, la realidad es muy diferente; la media de evasión de nuestro país es menor a la de los países de habla hispana y menor a la de los países de Centroamérica. Esto es sin contar que tenemos muchos sectores informales y algún que otro político que se resiste a pagar sus impuestos.

Es una lástima que cuando hablamos de paraíso olvidemos el de la subvaluación, ya que para lograr pagar el resto del importe de la factura no declarada ahí sí es necesario quedarse con todos los impuestos: aduanales e itbis.

También, en este importante diario, otro articulista, este un destacado político, decía que los empresarios sólo estábamos interesados en lo que nos reportaba un 100% de beneficios, este amigo no tiene idea de lo que es ser empresario. Los márgenes son cada día más escasos, fruto de la competencia de países más desarrollados que nosotros, y de la cantidad cada vez mayor de ofertas que hacen que los precios bajen para beneficio del consumidor.

Me imagino que este artículo sobre el supuesto paraíso fiscal no debe haber gustado en las esferas inteligentes del Gobierno, ya que aquí sabemos que estos artículos no se hacen gratis y puede llevar a mal interpretaciones. También es cierto que se hacen a crédito para esperar ser retribuidos.

El director de Impuestos Internos no debe haber estado feliz tampoco, pues a pesar de su gran trabajo, aumentado las recaudaciones de forma sostenida y de dos dígitos, una evasión como la que se plantea a todas luces irreales, dejaría terreno para mejorar aún más las recaudaciones para beneficio de los ministerios que gastan el dinero.

Desconocer que en este país hay evasión sería lo mismo que decir que no hay corrupción. Ambos pecados atrasan el desarrollo de la nación. Pero tan grave como esto es distorsionar cifras.

Decir que las empresas calificadas en ProIndustria se han embolsillado 91,920 millones de ITBIS es lo más descabellado del mundo, cuando estas empresas han reportado un crecimiento en el pago de este impuesto de un 65%, cuando el resto de la economía ha reportado un crecimiento del 21% del mismo tributo.

Calcular el ITBIS de esta forma es pretender desconocer su estructura. Es “olvidar” que se descuenta el impuesto adelantado en compras e insumos locales, es “olvidar” que muchas de las ventas de estas empresas acogidas a ProIndustria venden a sectores que por decisión del Gobierno no pagan ITBIS, como son los sectores de calzados, medicamentos, textos, envases para el agua y el hielo, alimentos, etc.

Pero más aún, existen mecanismos de probar inconsistencia en las declaraciones de este impuesto en la DGII, cuando una empresa declara sus ventas y su cliente no, inmediatamente salen a relucir las evasiones o errores. Para darse una situación como las descritas en el artículo de marras debían ponerse de acuerdo todas las empresas, lo cual ni en el descrito “paraíso fiscal” es posible.

No declarar las ventas en efectivo era muy fácil hace muchos años atrás, era cosa de juguetes, pero ahora con las impresoras fiscales, con el cruce de informaciones fruto de la tecnología y capacitación del personal de la renta resulta mucho más difícil. No dudo que existan magos que utilicen fundaciones para desviar también el pago de impuestos porque el propio nombre “impuesto” quiere decir canon, servicio, obligación, servidumbre, derecho, obligación, nunca simpático, pero sí un deber y la responsabilidad de los gobiernos es que la sociedad no perciba que el fruto de su sacrificio no sea invertido y utilizado adecuadamente.

Más aún, yo propondría que se auditen aleatoriamente un porcentaje importante de estas empresas, ya que el número acogidas a ProIndustria apenas sobrepasa las 400. Comprobar la falsedad de lo escrito por el economista y luego de esto la Asociación de Industrias de la República Dominicana someterlo por difamación e injuria.

Recuerdo hace algunos años bromeábamos cuando oíamos un programa de televisión, que sus productores sabían de todo, economía, medicina, física nuclear, medio ambiente, educación. Decíamos que había un presidente que buscaba un asesor para lo cual convocó un matemático, un contable y un economista.

A los tres le preguntaba cuánto resultaba sumar dos más dos. Los dos primeros muy honestos afirmaron que el resultado no podía ser más que cuatro, el economista en modo circunspecto, acariciando su nutrida barba dijo “pongo los números a que le den lo que desee, mientras más me pague mejor serán los resultados”.

Con relación al libro que desea escribir, debía empezar por el capítulo de la subvaluación, tengo muchos datos desde cuando las asociaciones de industriales debíamos ir constantemente a aduanas a defender las declaraciones por debajo del precio real de los productos terminados y de forma honorífica me ofrezco a escribir el prólogo.

Es muy cierto que vivimos en un país donde aún falta mucha institucionalidad, sin necesidad de definir cuál sector es el peor en cuanto a la evasión porque podría haber sorpresas y no ser los empresarios los peores.

Son muchos los que no pagan impuestos y son muchos los que no pueden justificar el nivel de lujo que exhiben, pero el verdadero aporte para mejorar, no es sembrando, es haciendo aportes sinceros para transparentar todas las actuaciones de los dominicanos, sin importar en el sector que se desarrollen.

Hoy que empezamos la Semana Santa hagamos un acto de constricción y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

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