Suerte que las maldiciones no caen

Aunque no aparece en las encuestas Gallup como tema importante, las dificultades para transitar por las calles de Santo Domingo están presentes siempre en las conversaciones como un dolor de cabeza colectivo, porque entre 7 de la mañana y 8 de la…

Aunque no aparece en las encuestas Gallup como tema importante, las dificultades para transitar por las calles de Santo Domingo están presentes siempre en las conversaciones como un dolor de cabeza colectivo, porque entre 7 de la mañana y 8 de la noche cualquier viaje en la capital es una odisea. El problema agobia a quienes tienen autos y a los que utilizan el horroroso transporte colectivo.

Algunos tienen la esperanza de que la nueva ley de movilidad traerá algún alivio. Eso es una ilusión. Las leyes por sí mismas no resuelven nada, al margen de la voluntad que exista en la sociedad y sus dirigentes para armar procesos realistas, posibles, para atacar de frente situaciones tan dañinas como la descrita. Si, muy negativa, porque perjudica a todo el que tiene que salir de su hogar para resolver la vida cotidiana, que son la inmensa mayoría.

Además, produce una gran contaminación en las zonas céntricas, que está llegando a niveles alarmantes. Si tiene dudas, al llegar a casa después del trabajo, quítese los zapatos y camine descalzo un rato. Después, cuando llegue a la ducha fíjese en la huella negra que deja en el piso o en la bañera. Esto ocurre porque ha recogido con sus pies parte del hollín que entra a su hogar y que viene del tubo de escapa de los automóviles.

Aunque nuestras autoridades no lo crean, la selva en que se han convertido las calles de los principales sectores de Santo Domingo, es un ingrediente nocivo que aumenta el estrés y las tensiones, mantiene incómoda a las personas y, por suerte, no es cierto que las maldiciones hacen su efecto, porque las que escucho a diario contra AMET y medio Gobierno, no son pocas y muy fuertes.

Semanas atrás compartí con mis lectores la experiencia de la calle en que vivo en Piantini (Víctor Garrido Puello), que de un tránsito fluido, pasó en los últimos dos años a vivir taponada buena parte del día, porque se estacionan autos en ambos lados de la acera, a pesar de que una tiene dos señales NO ESTACIONE. Los agentes de AMET llegaron un día a las 7.30 a.m. y comenzaron a llevarse los autos estacionados en contra de ese mandato. Se repitió varias veces seguido y después intermitentemente, y la calle volvió a tener tránsito fluido en las mañanas. AMET ahora casi no pasa, y han vuelto los autos que violan el NO ESTACIONE.

Lo mismo ocurre al comenzar la noche en la calle Polibio Díaz en la cuadra de Acrópolis. Los “parqueadores” te avisan que viene AMET. Yo me pregunto: Si AMET desarrollara una estrategia de intervención y presencia intermitente para hacer cumplir la ley en las zonas clave de la ciudad, ¿no mejoraría el tránsito?

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