De la proyección en celuloide a la digital; el cine que no se olvida

Solo quien vivió la época de la proyección de cine en celuloide jamás olvida experiencias tales como la de tener que esperar un rollo de película de los cuatro o cinco que, más o menos, llevaba un filme, simplemente porque una película se pasaría&

Solo quien vivió la época de la proyección de cine en celuloide jamás olvida experiencias tales como la de tener que esperar un rollo de película de los cuatro o cinco que, más o menos, llevaba un filme, simplemente porque una película se pasaría en más de un cine en Santo Domingo. Por ejemplo, se iniciaba la proyección del agente James Bond 007 en el cine Independencia y media hora después en el cine Diana o en el Max, y solo había algunas veces una sola copia. Cada vez que pasaban un carrete, un mensajero motorizado la llevaba al siguiente cine y así sucesivamente. Cada sala tenía su propio mensajero que la iba pasando a otro cine de ser necesario. A veces ocurría que el mensajero tenía un percance y se paraba la proyección hasta que llegaba el mensajero con el carrete o se iba a buscar el carrete.

Podía ocurrir que la película se chamuscara o rompiera, y había que esperar que se empatara, pudiendo entonces perderse una toma o una escena imprescindible para la trama –y ocurría–. O peor aún; que aunque estuvieran debidamente numeradas las latas de los filmes 1, 2, 3 y 4, que por un error se pasara el 3 antes que el 2, o el final antes del rollo antecesor. Era lo menos que podía suceder en los cines de la capital; pero en los de los pueblos, un filme de 90 minutos les llegaba de la capital con 5 y hasta 10 minutos menos por los cortes eventuales que hacían que se perdieran esos minutos y luego, cuando esos filmes eran devueltos a la sede en la capital, ocurría que regresaban con menos minutos. Anécdotas hay de que llegaban con hasta una hora de duración algunos filmes de hora y media y hasta de dos horas.

Muchos filmes se estrenaban en una sala y solo en esa sala podías verlo en la capital, y jamás llegaron a otros pueblos. Había filmes de karate, por ejemplo, que solo iban al Cinzano, al Montecarlo o al Marlboro, al Ketty, al Atenas, Trianon, y ya, no salían de ese circuito, y de ahí a algunos pueblos. Había filmes que solo iban al Lido, eran los eróticos y explícitamente pornográficos, y solo ahí los podías ver y en ningún otro sitio de la capital. Algunas películas se exhibían por un tiempo, como “La niña de la mochila azul”, que se exhibió durante 10 meses en el cine Max de la avenida Duarte, siendo la película que más tiempo ha durado en pantallas dominicanas.

Los filmes épicos, como los de Dino De Laurentiis, en su gran mayoría solo iban al Max, al Diana, Atenas, Estela y San Carlos, en la capital. Las obras maestras y las del Agente 007 difícilmente salían del circuito de los cines de estreno como el Independencia, Élite, Rialto, Santomé y Olimpia, en la capital.

Las películas que llegaban al país, una vez recorrían y agotaban su ciclo mercantil, se almacenaban a la espera de un funcionario de la casa de distribución internacional que llegaba al país periódicamente, para, en su presencia, quemar el celuloide de esos filmes. Regularmente, el tiempo de vida en su calidad técnica alcanzaba las 70 exhibiciones o pasadas por el proyector, luego de lo cual empezaban a deteriorarse con rayas, por ejemplo.

Durante un siglo la proyección de películas se hizo en celuloide. Luego, se vivió todo un proceso de desarrollo tecnológico, empezando en el año 1900, cuando el francés Francesco Grecco llegó a Puerto Plata y seguidamente en el teatro Curiel exhibió, el lunes 27 de agosto, filmes con el cinematógrafo de los hermanos Lumiére. En Santo Domingo, Grecco, va al teatro La Republicana, hoy Panteón Nacional, realizando tres funciones comerciales desde el sábado 3 de noviembre de ese año. El aparato usado era la cámara-proyector operada por manivela, como justamente se continuó realizando de manera esporádica en otras funciones de esos años.

En el 1925, el jueves 9 de julio, se inaugura la primera sala comercial con un proyector eléctrico. Fue en el cine Capitolio, propiedad del ex presidente dominicano Alejandro Woss y Gil. La gala de inauguración estuvo presidida por el presidente Horacio Vásquez y la primera dama Trina de Moya. El viernes 18 de agosto de 1927 se inicia la proyección de películas con sonido en el Teatro Independencia.

El ruido que quedó grabado en nuestras mentes y el corazón

Los proyectores, al ser encendidos, generaban un ruido característico intermitente a medidas que el celuloide pasaba por las ruedas dentadas de todo el entramado de las bobinas que le hacían circular. Las bombillas, y lo mismo las primeras a ser usadas a base de carbón, generaban una temperatura elevadísima. Es así como se construían cabinas insonorizadas con chimeneas, las primeras, y luego se modernizaron y traían un abanico integrado que, más o menos, funcionaba como los de las computadoras que hacen el trabajo de mantener las máquinas a una temperatura ideal para evitar sobrecalentamiento.

Esos ruidos muchas veces molestaban por diversos motivos. Uno de ellos es que los aparatos eran viejos y las cabinas eran pésimas, aunque de alguna manera ocurrió que las ventanas por donde se enfocaba el proyector hacia la pantalla eran cubiertas con vidrio, pero era un vidrio que dejaba pasar ese ruidito un poquito más tenue.

La era digital

Primero hay que destacar la proyección de cine vía televisión, que se hacía mediante un aparato inventado para transmitir la señal en video, o los filmes eran pasados a videos cuando se inventó el video-tape. Todo eso ocurrió en el país desde finales de los 60, pero todo era en blanco y negro, incluidas las películas a color. Todos preferían el cine a colores en salas de cine, pero sucedió que a la llegada de la tv a color, con Color Visión en Santiago (1968), ya en los años finales de los 70 pudimos ver, completas, muchas películas mediante el telecine (el telecine es un proceso para convertir una imagen registrada en un soporte fotoquímico —imagen sobre película cinematográfica— en imagen electrónica —imagen de vídeo—. También recibe el nombre de telecine el equipo que se usa con este fin).

En los 80 se inició en salas de cine fuera de la capital el uso de videoproyector de la marca Sony. Son proyectores de tubo de rayos catódicos. Típicamente tiene tres tubos catódicos de alto rendimiento, uno rojo, otro verde y otro azul, y la imagen final se obtiene por la superposición de las tres imágenes (síntesis auditiva) en modo analógico. Eran llamados proyectores de ´tres cañones´. Luego evolucionó, alcanzando tecnologías avanzadas con los conocidos proyectores ´data show´ o slideshow, que conectados a un computador se usan en proyección de películas, hasta llegar al proyector DLP inventado en el 1987.

Esencialmente, todo el mecanismo de los antiguos proyectores cambió por completo, menos el uso de la fosforescencia del carbón, que origina un arco voltaico a lámpara de xenón, y ahora es un chip que funciona como conmutador de luz.

La primera película realizada en vídeo y transmitida asimismo en salas comerciales fue “Abril: La trinchera del honor” (1988), el jueves 27 de octubre 1988, en el desaparecido Cine Triple. Luego de esa experiencia se expandió el uso de los proyectores de vídeo de tres cañones. Por supuesto, los sistemas actuales de proyector en celuloide disponen de un sistema de Platos (Platter) de unos 7.5 pies de diámetro. El Sistema puede tener hasta cuatro horas de película, o sobre 80,000 pies de película, o sobre 15 millas de película. Pero es otra larga y emocionante historia.

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