Justicia social

El concepto de justicia social fue utilizado por primera vez por un sacerdote jesuita en 1843. Este sacerdote fundó el movimiento de la doctrina social de la iglesia, que entendía que se debía imponer un límite a la distribución de la riqueza,…

El concepto de justicia social fue utilizado por primera vez por un sacerdote jesuita en 1843. Este sacerdote fundó el movimiento de la doctrina social de la iglesia, que entendía que se debía imponer un límite a la distribución de la riqueza, para que no hubiese tanta desigualdad entre ricos y pobres.

Varias décadas después, los socialistas adoptaron el concepto y lo convirtieron en la noción más “políticamente correcta” de todos los tiempos. En ella se basan otros conceptos que abundan en sus discursos, como “Estado de Bienestar”, “derecho laboral” y “constitucionalismo social”.

Subyacente a esta forma de expresarse de los socialistas, está la idea de que “los bienes de este mundo son de todos”. Y dicen, por ejemplo: “los ciudadanos tienen derecho a su vivienda y el Estado se la garantizará”.

Pero en este discurso se cometen dos errores graves. El primer error es que los bienes y servicios hay que producirlos, y no es verdad que están ahí para el uso gratuito de todo el mundo. Alguien se arriesgó y trabajó para que pudiesen existir. Y esa persona, o grupo de personas, no tiene por qué regalar el fruto de su esfuerzo y sacrificio.

El segundo error es decir que el Estado puede garantizar la vivienda a sus ciudadanos. Esto es mentira, porque el Estado no tiene recursos verdaderamente propios. Entonces tendrían que formular la oración de manera más honesta y decir: el Estado va a obligar a un grupo de ciudadanos a pagar para comprarles la vivienda a los que no tienen. Esas personas, es decir, las que pagan, deberían ser tomadas en cuenta.

Porque si el Estado me favorece con un techo, una ayuda alimenticia o un regalo navideño, es porque antes se lo ha quitado a ellas. Y lo ha hecho, no porque sea un buen samaritano, sino porque sabe que eso ayuda a los gobernantes de turno a perpetuarse en el poder.

Entonces de lo que se trata en realidad (aunque la “sabiduría bienintencionada” pretenda hacernos creer otra cosa) no es de justicia social, sino de interés por el poder político.

Y habría que preguntarse entonces qué hay de justo en todo esto.

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