El gremio magisterial (3 de 3)

En los artículos anteriores contextualizamos las luchas gremiales magisteriales en nuestro país, y reseñamos los acuerdos arribados entre la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) y el Ministerio de Educación. Asimismo, contrastamos estas…

En los artículos anteriores contextualizamos las luchas gremiales magisteriales en nuestro país, y reseñamos los acuerdos arribados entre la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) y el Ministerio de Educación. Asimismo, contrastamos estas luchas recientes con los esfuerzos oficiales (que no podemos dejar de reconocer) en dignificar las condiciones de vida de los maestros, quienes, por fortuna, hoy cuentan con un salario competitivo, que supera en más del 30% el de otras profesiones.

Amén de todos los esfuerzos evidenciados a su favor, de los logros y acuerdos con el Ministerio, hay seccionales que continúan con paros de docencia, y mantienen suspendidas las actividades de acompañamiento y formación dirigidas a sus docentes, contraviniendo la directriz del Comité Ejecutivo Nacional. Obviamente, que estos instrumentos de lucha gremial están afectando a miles de niños y familias de entornos vulnerables, que son beneficiarias con formación, alimentación y seguridad, aunque sea de manera modesta.

Adicional a esto, los maestros están desaprovechando los procesos de capacitaciones y el apoyo áulico coordinado con especialistas de los institutos de educación superior financiados por el Estado para estos fines.

Antes, en un contexto de desvalorización, cercano al desprecio de la función del magisterio, nos tocó como maestros y ciudadanos, apoyar el gremio. Definitivamente, hoy, nos toca cuestionarlo.

Esperamos madurez y responsabilidad, como firmantes de primera línea del Pacto Educativo, documento normativo de la ruta hacia la mejora de la educación dominicana. En tal sentido y, satisfechas sus demandas, deberían ser otros los temas de lucha enarbolados por nosotros, colegas educadores.

Nos corresponde sumarnos al compromiso de una escuela de calidad, que inicia con el respeto a la jornada escolar completa a la que todos nuestros niños tienen derecho constitucionalmente, y que continúa con procesos de enseñanza y aprendizaje efectivos, desarrollo de liderazgo y creación de un clima escolar pacífico y democrático que produzca una ciudadanía responsable en República Dominicana.

Por desdicha, no existe una medida exacta de la eficiencia del gasto en remuneración docente y otras inversiones que dan cuenta de cierta dignificación del maestro, y tampoco se han realizado las evaluaciones del desempeño docente para tener parámetros de avances de maestros y alumnos. Ahora bien, algunos indicadores como el desempeño de Pruebas Nacionales, datos de evaluaciones e investigaciones nacionales, dan cuenta de pocos avances.

Ahí deberían estar puestos ya nuestros esfuerzos: ¡mejorar los aprendizajes de nuestros estudiantes! l

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