Mirándonos en el espejo de una crisis

La decisión del tribunal supremo de Venezuela de asumir las funciones de la Asamblea Nacional venezolana reveló rotundamente el carácter autoritario del régimen de Nicolás Maduro. Decisión, luego revocada, quizás al constatar que la misma precipita

La decisión del tribunal supremo de Venezuela de asumir las funciones de la Asamblea Nacional venezolana reveló rotundamente el carácter autoritario del régimen de Nicolás Maduro. Decisión, luego revocada, quizás al constatar que la misma precipitaba al régimen al final del callejón sin salida, en que se encuentra.

La usurpación de los poderes de la Asamblea Nacional por parte del Tribunal Supremo, proporcionaba una semblanza de legalidad constitucional a ese despropósito. Después de todo el Tribunal Supremo pertenece a uno de los tres poderes del estado. Sin embargo, estos tres poderes deben coexistir y equilibrarse, y nunca anularse. Resulta particularmente paradójico que un poder compuesto por incondicionales nombrados por el presidente, se colocaran por encima de la Asamblea Nacional, depositaria del poder soberano, resultado de unas elecciones.

De todas maneras, esta crisis revela nueva vez la bancarrota social e institucional del régimen de Maduro. Lo que resulta interesante es constatar cómo los dominicanos hemos reaccionado a esta crisis, que revela todas nuestras limitaciones e inconsistencias.
En primer lugar, hemos denunciado la O.E.A., que naturalmente tiene muy mala prensa en nuestro país. No obstante, quienes así han actuado pasan por alto que la gran mayoría de los países latinoamericanos están reclamando a Venezuela respeto a las libertades e instituciones democráticas.

En segundo lugar, algunos desde la izquierda han recurrido al argumento de la autodeterminación de los pueblos, que en términos prácticos latinoamericanos se traduce en que cada pueblo cargue con su correspondiente dictador. Palpable demostración de inconsistencia de parte de una izquierda, que hasta recientemente denunciaba a los “ultra-nacionalistas,” y proclamaba un mundo sin fronteras y el ocaso de los estados nacionales, ante el imperativo de la solidaridad internacional, cuando se pretendía otorgar la ciudadanía a cientos de miles de extranjeros, que de seguro habría hecho naufragar nuestro propio estado, cuya construcción ha costado tanta sangre y sacrificios, desde Duarte hasta nuestros días.

Finalmente, están quienes han respondido con indignación contra la advertencia del senador cubano-americano, de la Florida, Marco Rubio, que, estamos de acuerdo, refleja una cierta falta de respeto. A estos indignados basta responderles con las desgarradoras palabras del escritor nigeriano Chigozie Obioma, asumiendo para nosotros sus reflexiones sobre el África, que el respeto ”solo será posible, mediante la restauración de la dignidad pisoteada del hombre negro. Grandes hombres …sabían que un pueblo solo se respeta, cuando tiene a una nación digna de respeto.“ Pero una nación no puede ser respetada cuando prevalece en ella, “una cultura de la incompetencia, de la corrupción endémica, de la ineptitud.” O, referido a nuestra historia, cuando, en palabras del senador Charles Sumner han prevalecido tantos líderes “sin patriotismo, sin verdad, siempre al acecho de su interés personal en modo supremo…” Lo importante en la vida es actuar con dignidad, y el respeto se impondrá, aun en los adversarios.

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