I
La humillación de Cristo en la Cruz
“Nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde”.

“Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades”.

“En esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús. Y sólo así será ‘santa’ también para nosotros”.
“Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación”. (Homilía Misa Domingo de Ramos, 29 de marzo 2015).

II
Ante el Señor crucificado

“Oh Cristo crucificado y victorioso, tu vía crucis es la síntesis de tu vida, es el ícono de tu obediencia a la voluntad del Padre, es la realización de tu infinito amor por nosotros pecadores, es la prueba de tu misión, es el cumplimiento definitivo de la Revelación y de la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libera de todos nuestros yugos.

En tu obediencia a la voluntad del Padre nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En ti vendido, traicionado y crucificado por tu gente y por los que te son queridos, vemos nuestras traiciones cotidianas y nuestras infidelidades frecuentes. En tu inocencia, Cordero inmaculado, vemos nuestra culpa. En tu rostro abofeteado, escupido y desfigurado vemos toda la brutalidad de nuestros pecados.

En la crueldad de tu Pasión vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones. En tu sentirte “abandonado” vemos a todos los abandonados por los familiares, por la sociedad, por la atención y la solidaridad. En tu cuerpo despojado, malherido y arrastrado vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados en las calles, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia.

En tu sed, Señor, vemos la sed de Tu Padre misericordioso que en Ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En Ti, divino amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante nuestros ojos o con frecuencia con nuestro silencio cómplice (Oración Santo, 3 de abril 2015).

III
Semana Santa, semana del silencio de Dios

“El silencio más grande de Dios fue la Cruz: Jesús sintió el silencio del Padre hasta definirlo ‘abandono’…Y después ocurrió aquel milagro divino, aquella palabra, aquel gesto grandioso que fue la Resurrección”.

“Nuestro Dios es también el Dios de los silencios y hay silencios de Dios que no pueden explicarse si no se mira al Crucifijo. Por ejemplo ¿por qué sufren los niños? ¿Dónde hay una palabra de Dios que explique por qué sufren los niños? Ese es uno de los grandes silencios de Dios”.

“Y no digo que el silencio de Dios se pueda ‘entender’, pero podemos acercarnos a los silencios de Dios mirando al Cristo crucificado, al Cristo abandonado desde el Monte de los Olivos hasta la Cruz…” (Homilía Misa en Nápoles, 21 de marzo 2015).

IV
El misterio de la Pascua

“Esta noche es noche de vigilia”. “El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo, para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad”.

“No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer… Es más, es mucho más”.

“Entrar en el misterio significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla”.

“Entrar en el misterio” exige no tener miedo de la realidad, sino “ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón”(Homilía Misa Vigilia Pascual, 4 de abril 2015).

V
Pascua, fiesta de la vida

“El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.

Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.
Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: y esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla puede ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».

La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino”(Mensaje Completo en la bendición Urbi et Orbi, Domingo de Resurrección, 5 de abril 2015).

VI
Que la resurrección se nos vea en el rostro

“Galilea es la ‘periferia’ donde Jesús había iniciado su predicación; y desde allí volverá a partir el Evangelio de la Resurrección, para que sea anunciado a todos, y cada uno pueda encontrarle a Él, el Resucitado, presente y obrante en la historia”.

“La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha llevado es el don más bello que el cristiano puede y debe ofrecer a los hermanos. A todos y cada uno”.
“La buena noticia de la Resurrección debería transparentarse en nuestro rostro, en nuestros sentimientos y actos, en el modo como tratamos a los otros”.

“Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los otros: cuando sabemos reír con quien ríe, y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y está a punto de perder la esperanza, cuando contamos nuestra experiencia de fe a quien está en la búsqueda de sentido y de felicidad”(Palabras previas al Rezo del Regina Coeli, 6 de abril 2015).

VII
Las llagas de Cristo nos salvan

“Al contacto salvífico con las llagas del Resucitado, Tomás manifiesta sus propias heridas, sus propias laceraciones, la propia humillación”. “Se encuentra frente a un Mesías lleno de dulzura, de misericordia, de ternura” y “reencontrado el contacto personal con la amabilidad y la misericordiosa paciencia de Cristo, Tomás comprendió el significado profundo de su Resurrección e, íntimamente transformado, declara su fe llena y total en Él exclamando: ‘¡Señor mío y Dios mío!” (Palabras previas al rezo del Regina Coeli, 12 de abril 2015).

CERTIFICO que todas las reflexiones de mi artículo “SEMANA SANTA Y PASCUA” son citas textuales del Papa Francisco en intervenciones suyas de marzo a noviembre del 2015.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los cinco (5) días del mes de abril del Año del Señor dos mil diecisiete (2017).

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